Miguel Ángel Flores

Amboades

Miguel Ángel Flores


No, gracias

26/02/2024

El autor francés del siglo XIX, Edmond Rostand, dedicó gran parte de sus estudios y su vida a la figura del también gran poeta francés del siglo XVII, Hercule Savinien de Cyrano, conocido como Cyrano de Bergerac, nacido en Paris en el siglo XVII, en el año 1619 y murió en Sannois en el año 1655, es decir, moriría a la edad de 36 años, tiempo suficiente para poder dejar una huella única en el panorama del pensamiento, el teatro y la poesía franceses, y por tanto universales. Este personaje real, y no ficticio, en una sociedad que como en todos los momentos de la historia, él intentaba vivir fuera de aquella apisonadora sociedad de su tiempo, y en cierta medida es como la actual, con una moral bastante diseñada y adecuada para cada época. Porque, desde que el hombre ha tenido pensamiento, la moral (en todo tiempo es de doble rasero) ha tenido personajes que no la han atendido, o la han mal interpretado, pagando siempre un alto precio durante su vida, e incluso el precio de perder la vida. Por ello, Cyrano de Bergerac, en su forma de vivir y por tanto de actuar y pensar, fue lo que se puede entender como un disipado o un licencioso, de una «no buena» moral, dado que, arremetía fuertemente contra el poder religioso, y por extensión también contra el poder político, porque en aquella época ambos poderes estaban muy unidos (actualmente tiene semejanzas, aunque los poderes religiosos según qué países parecen que «no» influyen, pero la real verdad es que sí). Por ello, tres siglos después Edmon Rostand edificó su obra de Cyrano de Bergerac, elevando al personaje histórico a cotas épicas y de brava valentía, reivindicando su libertad y su independencia, como lo hace en su monologo «No Gracias», eso que actualmente muchos dicen hacer, pero en el fondo no hacen y se rebajan a lo que sea, con tal de «ellos» estar solventados muy conveniente, y quien tenga oídos que vea: «[…] ¿Qué quieres que haga? ¿Buscar un protector, un amo tal vez? ¿y cómo hiedra oscura que sobre la pared medrando sibilina y con adulación cambiar de camisa para obtener posición? NO, GRACIAS. ¿Dedicar si viene al caso versos a los banqueros, convertirme en payaso, adular con vileza los cuernos de un cabestro por temor a que me lance un gesto siniestro? NO, GRACIAS. ¿Desayunar cada día un sapo? ¿Tener el vientre panzón? ¿Un papo que me llegue las rodillas con dolencias pestilentes de tanto hacer reverencias? NO, GRACIAS. ¿Adular el talento de los canelos, vivir atemorizado por infames libelos, y repetir sin tregua: Señores, soy un loro, quiero ver mi nombre en letras de oro? NO, GRACIAS. ¿Sentir temor a los anatemas? ¿Preferir las calumnias a los poemas, coleccionar medallas, urdir falacias? NO, GRACIAS; NO, GRACIAS; NO GRACIAS… Pero cantar… soñar…. reír, vivir, estar solo ser libre tener el ojo avizor la voz que vibre ponerme por sombrero el universo, por un sí o un no batirme o hacer un verso, despreciar con valor la gloria y la fortuna, viajar con la imaginación a la luna, sólo al que vale reconocer los méritos, no pagar jamás por favores pretéritos, renunciar para siempre a cadenas y protocolo, Posiblemente no volar muy alto, pero solo. […]» 

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