Jorge Jaramillo

Mi media Fanega

Jorge Jaramillo


Peligra la hucha

09/10/2023

Una infografía animada realizada por la NASA sobre el calentamiento global del planeta desde que existen registros climáticos (1880), pone los pelos de punta. Recomiendo buscarla, y congelar la mirada ante un mapa mundi que va cambiando de color, según pasan las décadas, hasta que la temperatura del planeta se desboca en el actual 2023 en la práctica totalidad de los cinco continentes.
Esta prueba documental, -hay otros muchos estudios científicos que dicen lo mismo o parecido-, fue utilizada por el director general de ENESA, Miguel Pérez Cimas, en el Congreso Internacional de Seguros Agrarios, celebrado en Jerez, y organizado por la Entidad Estatal del Ministerio de Agricultura como plato fuerte de la presidencia española del Consejo de la UE. Mejor imagen de impacto imposible para abordar un debate que va pidiendo soluciones.
Porque los hechos están contrastados y acreditados por los investigadores pero, por si quedase algún incrédulo, solo hay que repasar la factura de indemnizaciones del seguro agrario que va a tener que desembolsar este año más de 1.100 millones de euros. Para eso está el sistema, podríamos concluir, pero el problema es mayor a corto plazo.
Enesa, Agroseguro y otras entidades cubren la siniestralidad pero esta ha ido en aumento desde 2017, lo que ha empezado a repercutir en el fondo de reserva que el sistema tiene para hacer frente a circunstancias extraordinarias. 
A través de la contratación -que también ha ido en aumento-, entran a esa hucha unos 50 millones de euros por campaña que consolidan un "colchón" de unos 800 millones de euros de seguridad. Sin embargo, -alega el propio Consorcio-, la compensación de emergencia está en peligro desde que el Cambio Climático es un problema más estructural que coyuntural; de hecho, en las ultimas cinco campañas agrícolas es más lo que sale que lo que entra. Solo este ejercicio podrían necesitarse unos 400 millones de euros para atender todos los partes e indemnizar los daños en más de tres millones de hectáreas del país y en la práctica totalidad de los cultivos.
Si esto es así, es evidente que urge replantear el modelo, envidiado en medio mundo por sus garantías, y especialmente en Europa. La Comisión descarta ofrecer la PAC como resorte, porque considera que ya dispone de herramientas para gestionar y minimizar el riesgo; advierte además que implicaría tocar las ayudas directas, y a ver quién está dispuesto… Pero coincide en que hay que diseñar un plan de respuesta urgente puesto que el Cambio Climático es de momento irreversible.
Los investigadores del CEIGRAM, por ejemplo, sugieren reconvertir zonas de cultivo que hoy son menos aptas para perpetuar el modelo tradicional, o apostar por determinadas variedades más resistentes desde la viña, al olivo, o a los herbáceos. Y en este último caso, modificando períodos de siembra, adelantando o retrasando los manejos para sortear episodios climáticos insufribles u optimizando el riego para no perder productividad ni rentabilidad.
Pero volvamos a los dineros. Porque todo apunta a que por ahí vendrán los cambios para adaptar el seguro agrario al giro climático. Algunas organizaciones agrarias han propuesto en este Congreso perfilar los riesgos asegurables, y diferenciar los extraordinarios de los ordinarios, aunque hay otra idea que empieza a fraguar: la opción de individualizar ese riesgo pese al espíritu solidario del sistema desde su creación hace 44 años. Casi como cuando uno va a un banco a solicitar una hipoteca.
El caso mas paradigmático que evidencia un grave desajuste está en la fruta; la elevada siniestralidad se concentra en un porcentaje pequeño de asegurados cuyo coste soportan, según ENESA, los demás.
La alternativa a estas medidas sería subir las primas y algunos cultivos ya están en tasas altas; o quien sabe si aumentar la subvención pública. Pero esta solución tiene un techo máximo autorizado por Bruselas del 70 por ciento, al que, mucha atención, nos vamos acercando poco a poco.
Todo mientras la hucha sigue bajando.