Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


¡Que vienen los rusos!

27/01/2022

Cuando pensábamos que nada más podía ocurrir tras escuchar a Page proponiendo tres días de baja para los contagiados por covid mientras encierra a los mayores sanos, a Tolón afirmando que la Vega será como el parque del Retiro, no sé si con lago y barcas, y después de contemplar ese color morado rosa violeta que puede lucir nuestro magnífico monasterio de San Juan de los Reyes en fechas concretas, ha llegado lo de los rusos para confirmarnos que nuestro mundo está a punto de fenecer.
Esto ya no tiene sentido, por Dios, que hasta entendemos que la infanta se divorcie, y quién no, pero que ahora venga Putin y pretenda imponer su política a Ucrania, desplegando tropas, mientras Biden no habla por teléfono con Sánchez, es absolutamente insoportable. De locos. A mí Putin nunca me ha gustado, la verdad. Es más, creo que ese señor de mirada potente, de acero, puede fulminar a todo aquel que no se pliegue a sus caprichos. Es un alivio que no sepa quién soy, sinceramente, porque no parece que al mandatario del Kremlim le gusten muchos los periodistas, ese mismo colectivo que ha celebrado en España a su patrón, San Francisco de Sales, sometido a unas presiones que, en ciertos casos, poco tienen que envidiar a la censura que debe imponer el ínclito Putin a quienes osan dedicarse a informar en Rusia. ¡Viva la prensa libre!
En fin, son reflexiones mías. Lo que veo es que el sistema democrático está herido, que los radicalismos se abren paso entre el descontento y que no hay un líder ni mundial ni nacional que acabe con esta zozobra. Aquí, en nuestro país, España, pretenden engatusarnos con la idea de que todo va bien, que se genera empleo, que estamos mejor que antes de la pandemia y que esto es Jauja. Más o menos. Sin embargo, cuando hablas con gente que no entiende de política, más allá de lo que afecta a su vida cotidiana, te cuenta que ha de echar el cierre a su negocio porque no llegan clientes y las ventas no dan ni para pagar la luz. O te aseguran que las ofertas de trabajo no son como las pinta el gobierno. Ni en tiempo ni en salarios. Y qué decir del precio del combustible, de los alimentos o de las dificultades que encuentran los jóvenes y no tan jóvenes para salir adelante en medio de una crisis que, por desgracia, parece que va a durar más de la cuenta. Terrible.
En esas estábamos, que no era poco, cuando nuestra momentánea calma, salpicada por los bellos parajes y magníficas ofertas de Fitur, se ha visto empañada por otro gran contratiempo. Venga, que no podemos más, que se acabe esto ya, que nos dejen respirar el tiempo que nos resta de vida, que no podemos ni ponernos malos porque la sanidad está hecha una pena y acudir al hospital de Toledo es una dramática aventura. Mientras, al consejero le regalan jamones. ¿Quiénes serán los agradecidos?
A ver qué pasa con Putin. Yo, a estas alturas, solo pido una cosa: que no vaya a Rusia a mediar el ministro Garzón, ahora enfermito el pobre, porque, si se da el caso, mi próxima columna será la última o la penúltima antes de que llegue el fin del mundo. Amén.

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