Miguel Romero

CATHEDRA LIBRE

Miguel Romero


Amor o cariño, ¿qué eliges?

06/04/2020

Me gusta llegar a este dilema y más ahora que uno se encuentra en confinamiento y eso potencia los valores psicosomáticos de cada persona. La situación eleva el sincronismo mental cuando todo tiene un posible límite, pero aquí, ahora, ¿qué límite encontramos?
Cuando Hipócrates hablaba de la autoayuda, no dejaba muchas fisuras entre los razonamientos de sus aforismos y los recovecos de su mente y desde luego, acertaba en cada pensamiento cuando los trataba de tú a tú, sin mecanismos externos mediáticos o irracionales.
A veces, tal vez demasiadas veces, la diferencia entre estos dos sentimientos: amor y cariño -si es que son sentimientos- es tan delgada que a veces podemos llegar a confundirnos y eso aparte de producir desazón, produce equivocaciones que se enquistan y te llevan al desasosiego. ¡Dios mío, cuántas palabras difíciles de explicar y entender, juntas¡: desazón, equivocación, enquistamiento, desasosiego, en fin, llegaríamos con este rosario de términos léxicos, hasta frustración, melancolía, duda y como final, depresión.
Algunos lectores, con razón, dirán que qué rollo estoy contando cuando lo que necesitamos en estos tiempos víricos es un poco de ánimo, de alegría y de deseos nuevos.
Pero es que los tiempos en los que nos encontramos son los culpables de que llegue a esta reflexión. El pasar tanto tiempo con una persona juntos -ahora que no estamos acostumbrados por el ajetreo diario de esta vida entre la modernidad, ocio y el consumismo- es la causa de llegar a saber qué sentimos -uno y otro- con la persona que ha conformado tu pareja, o que vive a tu lado desde hace diez, veinte, treinta y cuarenta años, tal vez. ¿Es amor o cariño?
Y es que seguimos teniendo la duda, que seguro estoy nunca se disipará. Es verdad que hay muchos tipos de Amor: Amor a tu pareja, Amor a tus padres, Amor a tus hijos, Amor a tus abuelos, Amor a tus más íntimos amigos, Amor a tus Platónicos perdidos; Amor a...., porque no es compartir una salida de fiestas, sino convertirse en confidente y sobre todo, cómplice de tus anhelos, secretos, deseos, necesidades; platicar las cosas íntimas -hacer el amor o practicar sexo, o inventar nuevas maneras, o rebuscar en los consejos de los terapeutas-. Pero sobre todo, está la confianza, -que no suele haberla-, de apoyarse mutuamente, de tus engaños -que siempre los hay-, de hablar para contar tus preocupaciones, no solo las enfermedades que eso es una necesidad más bien, sino las dudas que como persona tienes, en el trabajo, entre los compañeros, con los amigos; y aquí también quería llegar. Ahora, es decir, tiene que ser ahora cuando el miedo nos arrebata, cuando el problema de esta pandemia nos aterroriza, ahora, cuando uno se da cuenta que tiene amigos, que los añora, que debe de hablar con ellos, que se tiene que preocupar, que debe haber intimidad y confianza con ellos, o sea, tiene que llegar un drama o una tragedia para demostrar, si no Amor, sí Cariño con mayúsculas que se debe traducir en Compromiso consigo mismo y con los que tu deseas porque los quieres, con Amor o con Cariño, qué más da.
Dicen que «el roce hace el cariño» y digo yo que también el roce puede romper ese cariño, cuando es constante, secativo, autoritario, improcedente, abusivo. Creo sin duda en el cariño o en el afecto sincero porque pude ser eterno y no tanto, en el Amor, ese que es más intenso, potestativo, cómplice, sexual, subyugante a veces porque -desgraciadamente- suele ser pasajero.
Y quiero acabar sin aclarar nada -como de costumbre- porque es difícil. Yo sigo creyendo que hay más cariño que amor, aunque bueno, eso del amor sigue siendo especial para quien lo siente y afortunado sea pues, por esa gran bondad.