Antonio Pérez Henares

PAISAJES Y PAISAJANES

Antonio Pérez Henares


La tierra se despereza

29/01/2021

Los pinos, que aquí son pocos y desperdigados, han sufrido más que las encinas y estas más que los robles que ya habían perdido sus hojas y no se les acumuló la nieve en las ramas hasta romperlas como les sucedió a algunas de ellas. En cualquier caso, los daños no son muchos y han aguantado bien el embate, aunque no faltan árboles heridos y alguno incluso vencido y derribado. Del castigo no se han librado ni los hirsutos enebros ni las duras sabinas.
Con los primeros soles tras las nieves, los hielos, las aguas luego y de postre las nieblas, las huellas de la tempestad se hacen más visibles. Los seres que habitan que habitan el bosque han pagado su precio. Bien pagado porque ahora este se aprovechará de todo lo recogido. Pero todos han sufrido. Incluso los romeros, aplastados y con no pocas rupturas y desgarrones. Los animales aún más. La supervivencia ha sido difícil. La muerte no se ve en el monte, aunque las coronas de buitres han señalado algún entierro. Alegra ver alguna escarbadura nueva y un reciente sirlero, señales de que por ahí la menos una tropilla de conejos se ha librado. Quizás los mejor parados hayan sido, como casi siempre, sino hay perros ni cazadores de por medio, los curtidos jabalís que ahora marcan muy visible la trocha del paso de la piara en la tierra blanda.
Se siente, hasta en los vegetales y desde luego y en este caso, ansioso en los pájaros, un afán despertar y desperezarse. Un temblor de vida que ha sido obligada a permanecer paralizada y que ahora quiere señalar a todos su resurrección volviendo a mostrar sus colores, sus voces y los que tienen patas o alas su ajetreo. Uno quiere pensar que este, aunque sea prematuro, anuncia en cierto modo el que como una erupción de brotes, sonidos, olores, colores y vida estallara en primavera que estos tiempos de ahora prometen gloriosa.
Al hombre, mientras, se le acumulan las cosas. Que el montón de leña ha descendido y no quedan encima piñas para reavivar la chimenea. Que hay que reavituallarse y echar un ojo a las colmenas, que al menos un par de ellas parecen no parece zumbido alguno de vida. A las tareas cotidianas de antes se unen las de paliar o restañar en lo que se puede los mordiscos de la tormenta, desde los gallineros combados y los postes en precario hasta despejar algún camino de ramas. Los días van alargando un poco, muy poquito, pero la luz se acaba en un suspiro y ya se está empezando a pensar en que además de la obligación primera, escribir es el oficio principal y el lugar es lo de menos, otras se amontonan y hay que cambiar secuencias. Con la luz del día las que lo requieren y cuando esta se apaga hay que ponerse al tajo de la que solo necesita bombilla y enchufe. Que es en lo que ahora estoy y con estas líneas acabo.
Muchas gracias a los que han llegado hasta aquí y lo de siempre. Tengan cuidado que lo que tenemos rodeándonos y que no ceja es bastante peor que Filomena.