Antonio Pérez Henares

PAISAJES Y PAISAJANES

Antonio Pérez Henares


Los viajes del Juglar por nuestra tierra

05/04/2024

Mi novela, recién nacida, tuvo en su gestación mucho viaje, como lo tienen las vidas de los tres juglares protagonistas y va a tenerlo en su bautizo y noviazgo que espero acabe en boda con los lectores. Es quizás lo mejor que tiene este oficio de escribir, que no se aleja tanto de aquel que ellos tenían. Y que al premio, si se merece como final, se añada como muestra de satisfacción, y al decir del buen Berceo, «un vaso de bon vino» siempre será bien recibido. Lo era antes por el cantor y ahora lo será por el escribano.
Las tierras de nuestra comunidad tienen un papel importante en la trama y en la ambientación de la novela. No podía ser de otra manera. Tanto la Sierra Norte, el Señorío de Molina, la dura frontera del Tajo como la codiciada Toledo recién reconquistada y que los musulmanes querían obsesivamente volver a tomar y las peleadas y ensangrentadas riberas del Guadiana son el paisaje y el escenario en los que se desenvuelven sus personajes, tanto los de ficción como los históricos recreados en ella.
Toledo, la capital del Tajo, la joya de Castilla que todos ansiaban poseer y dominar refulge en todo su esplendor medieval y al tiempo se estremece en los más duros enfrentamientos por su posesión. La defensa de su gran y primer alcaide cristiano, Minaya Alvar Fañez «el que Zorita mandó» ante los asaltos de los temibles almorávides tras su gran victoria, y terrorífica derrota cristiana, en Uclés. Su alcázar, aquel día en que la esposa de Alfonso VII el Emperador, doña Berenguela, salió con sus damas a lo más alto del torreón y. desde allí con vihuelas, citaras y cantos. avergonzaron a los jefes musulmanes diciéndoles que si querían combatir fueran a hacerlo con sus hombres, que les estaban tomando el castillo de Oreja y se lo tomaron al fin. La velada juglaresca se celebró en una de las estancias del recinto tras la coronación del Alfonso VII, en la que el rey estuvo acompañado de nobles occitanos. Entre ellos estaba su leal y valeroso primo, Alfonso Jordán, conde de Toulouse, y su corte provenzal. Todos asoman y algunos se quedan y marcan la narración. 
Muy señaladas y determinantes en la trama son tanto las Tierras del Común de la entonces muy poderosa Atienza y las riberas del Henares, al fin y al cabo mi río y mi tierra natal, pero en justicia, porque lo merecen como también y, de manera muy especial, el señorío de Molina de Aragón, enclave de los muy poderosos Lara, la familia preponderante en todo el reino tras haber acabado por imponerse a los Castro. 
La continua aparición de Molina de Aragón (Guadalajara) no es baladí ni por la historia ni por el Cantar de Mio Cid, que hace de ella el enclave por el que pasan y repasan una y otra vez. Fue efectivamente lugar estratégico, así como el río Jalón, pero me malicio que mucho que ver además con ello fue que el principal impulsor de la compilación y difusión del Romance fue Pedro Manrique de Lara, II señor de Molina, tras la muerte de su padre don Manrique en Huete a manos de los Castro y a la que luego el defendió del asalto del califa almohade. Su primera mujer fue doña Blanca Garcés, ésta era hija del rey navarro García Ramírez el Restaurador, hijo a su vez de un infante navarro, Ramiro, y de la hija mayor del Cid, Cristina (Elvira en el cantar), o sea que era bisnieta del Campeador.
El Juglar es, ante todo y sobre todo, una novela, es ficción, pero caminando por sus páginas y sus escenarios, que les invito a visitar, como yo hice, la historia nos sale al encuentro en cualquier rincón, a la orilla de cualquier río o a la vista de un cerro encastillado.