Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


La extraña pareja

13/05/2021

¿De verdad a alguien le sorprendió que grupos nutridos de insensatos, la mayoría jóvenes, se lanzaran a la calle tras el fin del estado de alarma? No es loable, ni mucho menos, pero hay que situar cada actitud en su contexto. ¿Cuántos eran? ¿Miles en toda España? En nuestro país hay más de 6.817.000 personas de entre 16 y 29 años. Me niego a criminalizar a este colectivo por los excesos de un pequeño porcentaje. Por otro lado, desde hace meses sociólogos y a psicólogos han venido alertando sobre estas posibles conductas, consecuencia de un prolongado periodo de restricciones. El aspecto emocional no se ha cuidado como debiera durante la pandemia y de esos barros vienen estos lodos. Quizá no se han comunicado adecuadamente los peligros que ocasiona este incivismo en la salud pública. Y, seguro, no se ha transmitido coherencia y ejemplaridad por parte de quienes deciden las normas.
Hace unos meses, con toque de queda, cierre perimetral, bares cerrados y no sé cuántas medidas más, veíamos la imagen de violentos que quemaban contenedores, arrancaban mobiliario urbano y se enfrentaban a las fuerzas de orden público ‘en defensa’ de la libertad de expresión de un rapero cuyo nombre hemos olvidado. Ocurría en Cataluña, escenario habitual de conductas similares alentadas por partidos que gobiernan. ¿Entonces el virus no se transmitía o qué?
Después, hemos contemplado mítines llenos de gente, hemos visto a políticos consumiendo en bares que estaban cerrados para sus paisanos o a gobernantes que viajaban tan campantes, después de imponer a los habitantes de su tierra severos cierres perimetrales. Y la mayoría de los ciudadanos ha cumplido. Por responsabilidad, por sentido común o por miedo a las multas, pero se han ‘quedado en casa’ mientras los que dictaban esas medidas se iban alegremente y, una vez pillados, alegaban una intensa agenda de trabajo. No cuela.
Y qué decir del fin del estado de alarma, medida que yo alabo, sin prever unas normas uniformes para todo el país, generando una inmensa confusión y un sinfín de incongruencias en función de la Comunidad y del Tribunal Superior de Justicia de turno, ante el estupor de una población agotada por esta eterna pandemia. Irresponsables son los de las algaradas y también los gobiernos que nos han sumido en este caos.
Luego está lo de las mascarillas. Page, en su afán por traspasar fronteras regionales, y Tolón, con un prendedor de damasquinado sobre sus espléndidas mechas, han aparcado viejas rencillas y se han ido a ver al Papa. La extraña pareja. Cuatro días para una audiencia. En el Vaticano, al parecer, la mascarilla no es imprescindible, pero dado que uno es el presidente de Castilla-La Mancha y la otra alcaldesa de Toledo, deberían haber cumplido lo obligado en su tierra. O quedarse encerrados, como los mayores. O mejor, permanecer en su lugar de origen, que el pontífice seguro que no les echaba de menos. Es más, le dejaron hecho un lío: Page le contó que El Quijote empezaba en Zocodover y Tolón le regaló una camiseta del Toledo y, ni corta ni perezosa, aclaró a Su Santidad que nuestro equipo de fútbol está en regional, pero va a subir. ¡Cómo me han recordado ambos al gran Martínez Soria en ‘La ciudad no es para mí’! No me extraña que quieran tele local. Sus andanzas lo merecen. Cueste lo que cueste, que ni pagan ni rinden cuentas.