Miguel Ángel Sánchez

Querencias

Miguel Ángel Sánchez


Acuerdo

24/04/2020

Hoy, viernes 24 de abril, según los datos oficiales uno de cada mil ciudadanos de Castilla-La Mancha censado el pasado uno de enero, ha muerto a causa del Covid-19. Probablemente la cifra real se acerque a uno de cada quinientos. En España de media han fallecido por la misma causa un ciudadano de cada dos mil. Más allá de las cifras frías y asquerosas, que enmascaran y hasta edulcoran la realidad, el siete que nos está haciendo este desastre sobrevenido empieza a dejar muchas cosas sobre la mesa.
La primera la improvisación, la falta de previsión por parte de los responsables públicos, las agencias nacionales de alerta temprana y todo ese aparataje, que como los telescopios que vigilan los cometas suicidas que quieren estrellarse contra la Tierra, deben avisarnos de lo que se nos viene. Nada funcionó. Recuerdo en febrero un reportaje de Informe Semanal sobre lo que estaba ocurriendo ya en Italia, el impacto sanitario, el incremento descontrolado de la mortalidad, el cierre de localidades… y aquí nada. No voy a incidir en la aún falta más que preocupante de elementos de protección, el impacto en el sistema sanitario y sus profesionales, su desamparo, que al final es el de todos. Supongo que habrá jueces que dicten sentencia, pero lo que ha quedado claro es el sistemático desguace y empobrecimiento del sistema público, impulsado por todos los que han ido gobernando tanto en el Estado como en las comunidades autónomas. Todos.
La segunda es la falta de unidad política. Probablemente dentro de unos años no se preguntará nadie quién gobernaba en España cuando el año del virus, si no de qué manera salimos de ésta. Este país es muy paciente, puede aguantar un par de meses metido en casa, con la cuenta del banco entrando en números rojos, con el trabajo probablemente perdido, con los niños subiéndose por las paredes, y oteando un horizonte más que incierto. Pero demanda seriedad y unidad. En una situación de emergencia cada uno debe ocupar el lugar que le corresponde, ya sea gobierno u oposición. Y ser leal. Leal con España. Es lo menos que les pide a quienes nos representan.
Y tercero. No me gustan ni el odio ni el oportunismo. Intentar dinamitar a un gobierno en medio de la crisis más que un error constituye, en la literatura al uso, crimen de lesa patria. Porque una cosa es la oposición, y otra el derribo. Es lo que nos va faltando en España desde hace demasiado tiempo: sentido de Estado. Somos de mirada muy corta, y los partidos políticos, sin excepción, son agencias de colocación donde no suelen acabar ni mucho menos los mejores. Esa clase política nos la hemos ganado a pulso, y ahí la tenemos. Con los motores económicos del país parados, sin saber cuándo van a volver a funcionar; jugándonos aquí y en Europa el futuro para una generación, con cientos de fallecidos cada día… me gustaría unidad, dentro de lo que cabe. Toda la posible y un poco más, la misma que se nos pide y exige a los ciudadanos.