Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


Equipo

27/05/2021

En la magnífica película ‘El secreto de sus ojos’, de Campanella, el personaje de Pablo Sandoval que interpreta Guillermo Francela, pronuncia una reflexión memorable: «El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar: no puede cambiar de pasión». Esa pasión es el fútbol. Soy del Atleti y doy fe de que es así.
Elegir un equipo no depende de nada. Ni de nadie. De pequeña respiré ambiente merengue, pero tal vez un gen rebelde me hizo arropar la religión rojiblanca. Desde entonces, me he convertido en hermana de los que sufren, de los que llegan a la gloria con la misma facilidad que se precipitan al suelo, de los que celebran una victoria con idéntica intensidad que recorren la vida. Con pasión. Te caes, te levantas, sigues. Te acostumbras a perder cuando parecía todo ganado, pero nunca te resignas. Y tu empeño te lleva a ganar. Con sudor, con esfuerzo, con constancia. Esa filosofía de vida, ese triunfo que, cuando irrumpe te conduce al cielo, es ser del Atleti. ¿Es otra forma de entender la vida, como reza uno de nuestros lemas? Seguro. ¿Mejor? No lo sé, pero es la nuestra. La que nunca cambiaremos, la que nos lleva a venerar a nuestro rey, el Cholo, a acoger con los brazos abiertos a ese Luis Suárez que nos ha dado tantas alegrías, o a considerar nuestros para siempre a Koke, a Saúl o al bueno de Oblack, quien ha mostrado que el mejor portero del mundo no es imperturbable.
Ya ven, los atléticos estamos contentos, hemos sido bendecidos en esa táctica del partido a partido y derrochamos nuestra alegría tantas veces contenida, con la generosidad de quienes saben que celebrar es una gran victoria. Banderas, bufandas, camisetas, bocinas… En estos tiempos donde la mesura se impone, en los que hemos sufrido encierros, hemos lidiado con la soledad, con la falta de abrazos y con un prolongado acatamiento de medidas difusas, es casi imposible detener un estallido de euforia, una explosión de felicidad, una emoción que se desborda más allá de lo imaginable. Los sentimientos son libres, amigos.
Sé que muchos de mis queridos lectores no son amantes del fútbol. Ni son seguidores del Atleti, pero la fuerza del deporte va más allá. Estos días los que somos colchoneros, indios confesos, hemos sido un equipo más allá de ideologías, derechas, izquierdas, presuntos fascismo o  comunismo. Nos hemos convertido en una gran familia en la que primaban unos colores, ese coraje y corazón que nos define. Y hemos recibido, más que nunca, la felicitación de nuestros eternos rivales del Barcelona y del Madrid, compitiendo hasta el último minuto. Gracias.
Más allá de la felicidad, de los nervios, de esa incertidumbre o de esa fortuna que tantas veces nos ha sido adversa, los del Atleti este año sonreímos a la vida, a la esperanza, a las nuevas ilusiones que nos esperan pasado el verano con una flamante temporada en la que los hinchas, a buen seguro, volverán a vibrar en las gradas del Metropolitano bajo los salvajes acordes del Thunderstruck de AC/DC. Y, sumidos en esta dulce gloria, no podemos olvidar al pequeño Saúl, que perdió la vida mientras celebraba la Liga de su esforzado equipo y que ahora verá los partidos desde el cielo. Sobre el trono de Neptuno. ¡Aúpa Atleti!