Miguel Romero

CATHEDRA LIBRE

Miguel Romero


Esperpento

23/09/2019

«Las imágenes más bellas, en un espejo cóncavo son absurdas. Deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España». Esta frase de principios del siglo XX puede servir de inicio de reflexión mediática u oportunista.
El esperpento se caracteriza por la degradación, animalización o cosificación de los personajes; coloquialismos, gitanismos, y lenguaje popular y desgarrado; lugares feos y de mala reputación como los bares, burdeles, casinos de juego y callejones oscuros; la presencia de la muerte; y el empleo excesivo de contrastes. También nos valdría para situaciones coloquiales, encuentros y desencuentros, diálogos sin sentido, propuestas rocambolescas, enfrentamientos dialécticos, etc. 
Y es que me viene al hilo este vocablo, poco utilizado en el argot popular pero muy significado en la vida actual. Tal vez, el escritor Ramón María del Valle Inclán no advirtiera que aquel término, casi exclusivo de él, relativo a la producción literaria escrita, tanto en el teatro como en la novela, se pusiera ahora muy de moda, en el ambiente político que rige esta España que vivimos. Creo que esperpéntico es, y mucho, la situación actual a la que nos llevan nuestros políticos, al tener que volver a ir a las urnas -una vez más en tan poco tiempo- para dilucidar lo que ellos no son capaces de hacer.
Tal vez, Valle Inclán concibió el término para reflejar los ambientes populares de aquellos años 20 y llevarlos a su obra literaria y a la de otros muchos artistas, incluso pintores y dramaturgos. Y es que ahora, los ambientes esperpénticos envuelven a los políticos, tanto en las Cámaras, alta y baja, como en las manifestaciones ante los medios de comunicación, definiendo con su presencia y palabras, esas situaciones incomprensibles para los ciudadanos en la mayoría de las ocasiones, dónde parece ser que solo prima su interés particular y nunca el interés social, el del ciudadano, el de los españoles, el de nuestro país.
Por eso, tal vez vivamos una situación política esperpéntica, por eso de no entender lo que pasa. ¿Quién es el culpable de que estemos desde hace meses con un gobierno en funciones? ¿quién o quiénes son los culpables de que la economía esté anclada, los mecanismos socio-culturales sin definición o los procesos de desarrollo estancados?
Cada uno  echa la culpa al otro y así nos vamos conformando entre banalidades deformadas y situaciones en deriva. Pero alguien también puede decir, que esperpéntica es la situación del Reino Unido con el Brexit y ese primer ministro que huye de los atriles -como ha sucedido en Luxemburgo-; o esperpénticas son las actuaciones tan contradictorias del señor que rige los destinos de EEUU y por tanto, del mundo. ¿Y qué decir de los ayatolas en el Irán nuclear? ¿o de Netanyahu en Israel? y así, así, uno tras otro...
Recordemos nuevamente a Valle Inclán y veamos que aquel desfile de personajes, anónimos o con nombres y apellidos, presencias fugaces o constantes, campesinos o aristócratas de aquel tiempo se confunden ahora con socialistas, pepistas o ciudadanos, sin olvidar a los populistas o podemitas, independentistas, nacionalistas, bilduistas, navarricos, voxianos o radicales, llegando al esperpento en muchos de sus mecanismos, actuaciones o reflexiones. Aquellos que Valle Inclán trataba como figuras de tabanque, reducidos a gesto y mueca en una expresión que resultaba definitoria de su carácter y papel en aquel «Ruedo Ibérico» que se creó de pandereta y castañuela, lo podríamos ver ahora, cuando unos y otros se echan la culpa, cuando unos y otros no se han puesto de acuerdo y cuando unos y otros nos llevan a unas nuevas elecciones en las que nos preguntamos como ciudadanos de a pie, ¿para qué?