Miguel Ángel Flores

Amboades

Miguel Ángel Flores


Arte de morir

30/11/2020

En este contemporáneo tiempo que parecía durante las últimas décadas, que nadie se moría, o mejor dicho que no se quería mirar a la muerte, siendo la muerte junto con el nacimiento los únicos hechos naturales. Porque vivir, el ser humano en la actualidad en verdad lo hace de una manera artificial, dado que en su (nuestro) actuar todo es artificio y nada cercano a la naturaleza. Por eso, desde ya hace un par de siglos, ciertos pensadores burgueses y de clase alta como por ejemplo Sartre, Nietzsche, Marx (Karl que no Groucho) o Baudelaire   pensaban de esta manera, que el hombre es solo hombre y que el hecho de vivir, solo era en la práctica un disfrutar constante, pero hay que tener en cuenta que estos y otros pensadores, al igual de todos los posteriores ‘cutres’ mensajeros de la vida actual, los publicistas, que solo dan mensajes hacia una constante y pertinaz felicidad, una risa permanente y sobre todo un mirar para otro lado al pobre (muerte), a la basura (muerte), a la penuria del paro (muerte), a la enfermedad (muerte), a la soledad obligada (muerte), al que no piensa como los demás (muerte), al despreciado (muerte). Así pues, cómo las últimas generaciones que están habitando la Tierra, sobre todo en este mundo occidental y de pensamiento progresista, solo piensan en un vivir lo más feliz y que sea siempre; y en un siempre con términos de ocho tumbado, pues así, ha dado como resultado este nuevo arte de morir, en verdad un no saber morir. Y por mucho que se pongan estas nuevas generaciones, que más bien son degeneraciones, nos hemos topado y la mayoría sin querer y con un enfado terrible con el inevitable morir, y eso que hemos echado hasta la muerte de casa. Ya no se permite que tengas en velatorio al muerto en casa, hay que llevarlo al tanatorio y todos los tanatorios están lo más lejos posible del pueblo o la ciudad. Y ahora, la tristeza (muerte) le ha caído a bocajarro a toda esta generación renovadora y muy avanzada en no sé qué avances, sí, los del consumo extremo y los de (en verdad) hacer el mal al otro por beneficiarse. Pues parece que «su» muerte, le ha caído encima a esta generación, siendo ciertamente algo de una frustración supina, porque toda esta nueva generación se creía inmortal, y para todo hay que saber, por tanto, saber morir es un arte.