Alejandro Bermúdez

Con los pies en el suelo

Alejandro Bermúdez


¡Qué hacéis hijos míos!

05/11/2021

Es lo que a cualquier persona sensata le viene a la mente al ver la situación del PP. Hace ya años que estoy observando con preocupación que personas con una supuesta escogida formación son unos perfectos niños sin un mínimo de madurez, talla, sensatez, hondura o llámenlo como quieran.
Que esto ocurra a personas que no están llamadas a asumir más responsabilidad que el propio desenvolvimiento personal es preocupante, porque una sociedad necesita que los niños sean niños y disfruten la niñez, pero también o aún más, que los adultos lo sean de verdad para el manejo de 'las cosas de comer' y que la sociedad no zozobre.
Quienes nos inspiran este artículo son los máximos dirigentes del PP y el irresponsable espectáculo que están dando con el asunto de las elecciones para dirigir el partido en Madrid. Su comportamiento está generando decepción en muchas personas que creían que serían capaces de construir una alternativa que pueda coger el timón de España y sacarnos del continuo ¡ay! que nos producen los volantazos y derrapes de Pedro Sánchez. Lo peor es que la decepción se va convirtiendo en rabia contra ellos, conforme aumenta la proximidad a la ideología del PP.
Desgraciadamente, estos hechos hacen que se ponga en duda la solvencia de quienes aspiran a dirigir España, porque el sentido común del electorado en su conjunto, hace que no se otorgue confianza para estas altas misiones a quienes ni siquiera son capaces de gobernar sus partidos. En equitación hay un dicho, según el cual, quién no es capaz de dominarse a si mismo jamás dominará a su caballo. En la gobernanza de los países ocurre lo mismo, malamente un partido convertido en una jaula de grillos alcanzará el poder, sobre todo si tiene que hacerlo con el electorado de la derecha, mucho más exigente que el de la siniestra.
Realmente estas situaciones de patio de vecindad, lo que translucen son dos defectos graves de cara a la capacidad gubernamental. Uno es la falta de autoridad. Cuando no se tiene autoridad no sirve de nada tener el mando ni colocarse en lo que ese mando se cree que es la presidencia, sin serlo, porque la presidencia está siempre donde se sienta la persona con autoridad. Otro defecto igualmente grave es el exceso de ambición.  Está claro que la ambición es un ingrediente imprescindible para subir escalones, pero como todas las especias útiles en cocina, su exceso estropea los guisos. Quizá un poquito de humildad, es una virtud que no le viene mal a quien está a punto de morir de éxito. Ya sé que es difícil digerir esa virtud cuando estas dentro del estruendo de la ovación, pero si la persona es verdaderamente inteligente, se abstraerá un momento dentro de sí para volver a recobrar el equilibrio que le recordará que es humano.
Pese a todo, tengo la convicción de que quienes están agarrados a las levitas de los personajes, les harán recapacitar y nos evitarán más espectáculos como los que llevamos tiempo conociendo. No sobran grandes personalidades en ningún partido político, ya se encargan los mediocres de ahuyentarlos para no quedarse sin sitio. Tampoco en el PP y por tanto están obligados a hacerse compatibles entre sí. Hay cargos para todos. De otra forma terminaremos diciendo eso de Qui cum pueris pernocta, excrementatus alborea.   

ARCHIVADO EN: PP, España, Pedro Sánchez