Alejandro Bermúdez

Con los pies en el suelo

Alejandro Bermúdez


Superando la frase atribuida a Groucho Marx

27/11/2020

Parece que apareció ya en el siglo XIX en Nueva Zelanda, pero todo el mundo se la atribuye a Groucho Marx, y cuando nos empeñamos en que alguien ha dicho algo, lo ha dicho aunque sea mudo. Me refiero a eso de «estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros».
Si alguien profiriera semejante expresión sería un escándalo. Quedaría descreditado para la vida pública, sobre todo si es de la parte diestra del espectro. Cosa bien distinta es que no lo diga, incluso se escandalice si alguien le atribuye tal, pero lo practique sin miramiento alguno. En este caso, el pecado se consideraría menor, máxime si quien así actuara fuera de la parte siniestra del arco ideológico. Porque es curioso que se considere más grave decir que hacer; igual que lo es que, a la gran mayoría le convenzan más las palabras que los hechos.
En España, como es verdad que en los últimos tiempos hemos sido campeones de muchas disciplinas, en los dos últimos años también lo somos en cuanto a exhibición de principios se refiere. Aquí no es que se diga, incluso que se practique lo del cambio de principios, es que hemos ido un escalón más arriba: tenemos un personaje que cuando necesita algo, sobre todo un puñado de diputados, dice eso de: «no tengo principio alguno, así que dígame qué quiere por los votos de su rebaño». Así, unos le piden un trozo del país que gobierna, otros que cambie el idioma de un pueblo, otros un cuartel y algunos hasta que considere remotos, cual si de la prehistoria se tratara, los mil crímenes de ETA de hace solo unos años…
Este es el personaje que nos gobierna y tiene todas las cartas en la mano para seguir haciéndolo sin límite de tiempo ni de tropelía. Porque una persona con principios tiene muchas cortapisas morales para tomar determinadas medidas, porque hay que reconocer que cuando tienes que prohibir a un niño que hable en su idioma materno en un recreo, hay que tener muy negras las asaduras; o cuando una Región, que se autoproclama República independiente, te pide que subyugues a otra porque ‘la moja la oreja’ en creación de riqueza, no tienes que tener ningún principio y aún menos vergüenza.
Este personaje ha llegado a la cumbre de la carencia absoluta de principios. Se ha empeñado en tener unos presupuestos, como el súmmum de lo que puede logar un gobernante, cuando lo normal sería aprobar cada año sus presupuestos. Pero este genio no lo consigue y lleva media vida gobernando con los hechos por sus oponentes. En este empeño de conseguir el juguete, no está reparando en gastos hasta el punto de que ha llegado a modificar principios filosóficos que se consideraban inmutables, como es, que una de las funciones del Estado es la redistribución de la riqueza. Pero como sus principales aliados, pese a ser teóricamente socialistas, son los ricos del país -vascos y catalanes- ha reinterpretado de forma magistral ese principio redistributivo, de tal forma que ahora lo que hace es trincar dinero de las Regiones pobres y llevarlo a las ricas. Eso sí, a cambio de seguir durmiendo en la Moncloa. Porque principios no tendrá, pero las ideas sobre donde vivir las tiene muy claras ¡Qué pena de España!