Querido amigo:
El maldito cáncer, además de una gran (p…) faena, es un enorme reto. Cuando nos enteramos que ha 'llamado' a la puerta de alguien que nos importa (la edad hace que vayamos conociendo ya demasiadas 'llamadas'…) nos asusta; nos entristece; nos da miedo. 
Pero los que tenemos Fe (y tú y yo la tenemos) lo entendemos como una prueba brutal que hará sacar lo mejor (a veces también lo peor) de nosotros pues, al fin y al cabo, se trata de una parte de la vida. Como leí por ahí «es la vida siendo vida; haciendo de las suyas».
Llevas mucho tiempo peleando contra el 'bicho' y no vas a dejar de hacerlo.
Durante estos años nos has demostrado que, con todo lo grande que eres por fuera, lo eres muchísimo más por dentro.
Tú siempre te has preocupado por el bien de los demás (los conocieras mucho o nada) huyendo del protagonismo fácil (tan triste como habitual en estos tiempos).
Y, ahora, sin demostrar flaqueza alguna, sigues demostrando tu fuerza y confirmando que Él está contigo.
Es humano tener miedo; enfadarse, incluso romper lo primero que alcance tu mano y será eso, precisamente eso, tu inmensa humanidad, la que te permitirá seguir peleando. 
Y, ¿sabes por qué? Porque los que te queremos y te admiramos (créeme, somos legión) necesitamos seguir aprendiendo de ti y que nos sigas cuidando. 
Déjame decirte algo, amigo: la madre de todas las batallas ya la has ganado, pues, pase lo que pase en el futuro, tu huella en los que te conocemos es ya imborrable.
Eres el espejo en el que los que te conocemos queremos mirarnos. 
Eres un ejemplo de fortaleza; de grandeza; de principios y valores; de entrega altruista a los demás…
Déjame decírtelo más claro (y perdón por adelantado): ¡Eres un puto máquina!
Son tiempos duros que superarás porque tienes una gran familia -que está contigo siempre- y unos amigos a los que aún te queda mucho que enseñar.
Tenemos que celebrar muchas victorias aún (incluso si las cartas nos vienen de frente).
Todo mi ánimo (oraciones incluidas), amigo.
¡Siempre a tus órdenes!