Miguel Ángel Collado

Alma Mater

Miguel Ángel Collado


Los Miserables

19/06/2023

Los Miserables de Víctor Hugo trata de quienes sufren esa condición en el sentido que tiene según la tercera acepción del diccionario de la Real Academia Española, es decir, los extremadamente pobres. Pero hay otros miserables, aquellos que entran en la primera acepción, las personas ruines o canallas. Y dentro de estos, una especie la constituyen quienes se comportan como Marcial Pérez, el protagonista de Una historia ridícula quien, tras conocer a una mujer, queda fascinado porque tiene aquello a lo que él aspira: buen gusto, relieve social, relaciones con gente interesante mientras que, dice de sí mismo, «soy muy cuidadoso en mis relaciones con el prójimo. No porque yo esté a salvo de pasiones, de impulsos destructivos, de saña vengadora sino porque me contengo y guardo mi furia para luego… y ahí la tengo intacta para cuando llegue la ocasión».
En esta obra, Luis Landero sostiene que no se puede decir que la venganza sea una ciencia o un arte pero que tiene su técnica, su pericia. Sin embargo, aunque el rencoroso lleve a cabo con sutileza su comportamiento, si ha acumulado en soledad deseos intensos de represalia tiene necesidad de hacer evidente su revancha salvo que sea cobarde.
 Marcial es un personaje resentido que recuerda al protagonista y narrador de Memoria del subsuelo de Dostoievski: un hombre gris, anodino hasta el punto de que el escritor ni le atribuye un nombre y que, cumplidos los cuarenta años, llega al convencimiento de que no ha sido capaz de llegar a ser nada, ni malo ni bueno, ni canalla ni honrado, ni un valeroso héroe ni un insignificante insecto.
Es un hombre consciente de su nimiedad a los ojos de sí mismo y de los demás y por ello tiene un amor propio terrible que le convierte en un ser susceptible y puntilloso hasta el extremo. Este tipo de personas, que ha guardado en silencio durante mucho tiempo su resentimiento injustificado, canaliza frecuentemente sus emociones, su deseo de reivindicarse y de vengarse de afrentas imaginarias a través de la traición, utilizando el engaño y la manipulación y quebrando la confianza que se ha depositado en él, para alcanzar su interés personal.
 Escribió Husserl cuando se sintió traicionado por su discípulo Heidegger «No hago ninguna declaración sobre su personalidad: para mí ha llegado a ser totalmente incomprensible. Durante casi una década fue mi más íntimo amigo; este revés en mi estima intelectual y en mi relación con su persona fue uno de los golpes más duros del destino que recibí en toda mi vida».
 Se puede decir que la traición aparentemente no existe y ello por la simple razón de que si tiene éxito nadie se atreve a calificarla como traición pues ya se sabe que la historia la escriben los vencedores. Aunque luego se reescriba, con razón o sin ella. Cuenta la leyenda que Vellido Dolfos, a quien Cervantes se refiere como traidor en el capítulo XXVIII de la primera parte del Quijote, entró en Zamora perseguido por el Cid, tras haber matado a Sancho II de Castilla, por una puerta que durante mucho tiempo pasó a denominarse precisamente Portillo de la traición hasta que en 2010 se renombró como Puerta de la Lealtad.  
 Reescribir la historia no es difícil porque el que traiciona suele ser bien visto en las esferas del poder; cínicamente, Clemenceau proclamaba que un traidor es un hombre que dejó su partido para inscribirse en otro, un converso es un traidor que abandonó su partido para inscribirse en el nuestro. Eso ocurre en todos los ámbitos de la sociedad.

ARCHIVADO EN: Arte, Guardo, Ciencia, Zamora, RAE