Miguel Ángel Sánchez

Querencias

Miguel Ángel Sánchez


Ruiseñores de abril

28/04/2023

Cantan ruiseñores toda la noche en mi bosque de enebros y madroños. De día su canto se eleva sobre el de herrerillos, carboneros, verdecillos, pinzones y la familia de mitos que cruza desde los bebederos hasta los pinos. Los observo sentado, leyendo, cerrando los ojos de vez en cuando y dejando que el relieve del paisaje, del cielo, sea sólo eso: canto y alas. Desde la dehesa llega la abubilla. La abubilla es el canto de la primavera. Una abubilla en la distancia, en una tarde cálida de abril, traspasa el espacio y la calima, su martilleo penetra en otro tiempo. Y el cuco. Llegaron las oropéndolas a tejer su nido en los eucaliptos más altos. Desde allí, con las tormentas de mayo, se cimbrearán al compás de mi mirada y las observaré entrando y saliendo, compitiendo con tórtolas y torcaces.
En abril el cielo es una constelación de pelusas y amentos. Si respiras profundo atrapas un pedazo de primavera y de vida. A mediodía dejaron de pasar los buitres negros. La culebrera llegó y prospectó cada milímetro de la raya de la dehesa. A veces las culebras bastardas entran hasta mi casa, se enroscan en las pilas de libros, en las patas de las mesas, pasan rozando los frascos de tinta –azul, negro, rojo pasión y verde irlandés–, y sin despedirse continúan su camino de tierra y trochas, dejando una estela de escamas de acero y plata. Veo pasar al águila imperial que baja de la sierra a cazar. Y la calzada muy baja. Dejo todas las flores, todas las hierbas, todo intacto para millones de insectos diminutos. Con el estío se secarán, se volverán definitivamente frágiles, y las hormigas desmontarán y triturarán la selva y se la llevarán a sus profundidades. Todo queda. Todo vuelve. Todo se va para regresar de otra manera. Esto es lo que importa. Agarrar un trozo de primavera que se escapa. La próxima ya no será igual. Los sapos se han escondido. Los más grandes saldrán de anochecida. La familia de erizos se guarda en la madreselva. Como la curruca. Observo el cielo, los brillos, los vencejos, la pareja de dáuricas buscando su barro…
Abro los bebederos para que haya agua. De día y de madrugada. El agua crea y permite la vida. Hace meses que no corren los arroyos. No hay charcas. Abro los bebederos y limpio los pasos para que quien lo necesite pase y beba agua fresca. El agua goteará en la madrugada como una llamada. Mi casa es tierra franca, la casa de los seres del cielo y de la tierra, de la luz y de la oscuridad. Quizá el búho real vigile la raya, frontera de gatos monteses y ginetas. Cantan los ruiseñores toda la noche en mi bosque de enebros y madroños. Les escucharé hasta que me duerma. Y dormido soñaré con ellos, o en ellos, al otro lado de la ventana, en las ramas bajeras de la noche.

ARCHIVADO EN: La Dehesa, Calima, Libros