Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Apoteosis de las tres izquierdas

03/05/2023

Llegamos al final de la legislatura, si algún pacto de última hora no lo remedia, con tres izquierdas disponibles para pasar por las urnas, y alguna para ser pasada y traspasada por el gran cubículo de la voluntad popular. Llegamos al final de la legislatura como la arrancamos en el otro lado, en aquel entonces con tres derechas dispares,  ahora a punto de transmutar en dos, la de Oriente y la de Occidente, o la de proa y la  de popa, la azulilla y la verde, o vaya usted a saber qué, pero bien claro está que son dos derechas hechas y derechas y dispuestas a pactar aunque lo disimulen. Lo mismo que harían las tres izquierdas, si es que finalmente lo son, porque en este país nuestro parece que nos hemos entregado de lleno a lo de o derechas o izquierdas, sin más, ni tonalidades medias ni vocación ninguna de centralidad o transversalidad, con alguna que otra excepción autonómica como la que gastamos en la gran llanura.
Puede haber pacto de última hora por interés puro y duro y las tres izquierdas quedarse en dos, aunque una de las partes del contrato postelectoral se la tendría que envainar y ponerse a disposición de Yolanda, que poco quiere saber a estas alturas del moradismo intenso del Macho Alfa que preside en sombra más que visible el invento de Unidas Podemos en el que generalmente se habla en femenino aunque al final manda él, y solamente él,  y lo demás es puro acompañamiento que parece una suerte de hibrido a mitad de camino entre el harén del gran jeque  y el Comité Central del viejo comunismo, en el que la mayoría eran viejos y hombres. Iglesias es joven pero tiene bastante más del viejo comunismo que Yolanda. Lo de Yolanda lo veo más en plan peronismo sonriente que igual le da una palmadita cariñosa a nuestro Papa, el seguidor de la gran Manuela, o presenta un libro en la parroquia del Padre Angel, o se va a la fiesta de los mineros con el pañuelo rojo en el cuello y un sport refinado y de diseño.
Yolanda ha sido durante estos últimos años la sonrisa del régimen, y durante la extraña moción de censura de Ramón Tamames quedo formalizado el tándem con Pedro Sánchez. Donde no llega la sonrisa de plástico y la falta de empatía del presidente puede llegar la naturalidad de Yolanda.  Realmente hay un juego de complementariedad y el PSOE de Sánchez, que algunos llaman sanchismo, sin más, y lo de Yolanda Díaz, que es el yolandismo, son las dos izquierdas posibles y actuantes que llegaran a las elecciones generales. La tercera izquierda puede ser el empeño de Pablo Iglesias e Irene Montero, con las palmas siempre dispuestas de Ione Belarra, de no dar su brazo a torcer y seguir erre que erre con un invento que ya no de mucho más de sí.
Todo se sustanciará finalmente entre nuestras derechas e izquierdas múltiples. Ocurre, en el segundo caso, que las izquierdas completan su abanico ganador con el concurso de los grupos independentistas, desde los catalanes hasta los vascos, lo que se ha venido en llamar conglomerado Frankenstein, y eso es lo que hace pensar que en la España de las izquierdas múltiples, dos o tres, sigue faltando el espacio para una izquierda, incluso radical, que comprenda y actúe frente a un independentismo de raíz insolidaria y reaccionaria. Por ahí lo llaman ya izquierda jacobina, y algún intento hay de crear algo en torno a esa idea, falta hace, porque mientras la izquierda española siga jugando al corro de la patata con los independentistas siempre tendremos algo de lo que desconfiar. Y eso lo saben en el PSOE desde tiempos inmemoriales y por eso hay barones que se revelan, aunque sin salirse del todo de la foto. Es el gran problema de nuestro país, y lo llevamos sufriendo en esta vida y en la otra porque en la democracia anterior a esta, es decir, la de la II República, algo parecido pasó por más que los Indalecio Prieto o los Julián Besteiro no quisieran jugar a ese juego. Yolanda, que desde su galleguismo inicial siente cada vez un mayor afecto hacia la idea de España, o al menos eso aparenta, no va a renunciar a ese corro de la patata, que nadie lo dude.  Ya sabemos que Pablo Iglesias en realidad fue el gran facilitador del acuerdo con lo más espinosos del independentismo al inicio de la legislatura. Ella no parece que vaya a cumplir otra misión diferente, aunque lo haga cumpliendo su intransferible función de ser ya la sonrisa del régimen en contraposición a ese ceño fruncido y esa impostada voz que pone Pablo Iglesias cada vez que decide que te va a perdonar la vida, algo que ocurre casi todos los días.

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