Sin duda habrán visto alguna de las dos versiones cinematográficas, o leído la novela Muerte en el Nilo, de la escritora británica, ahora censurada en sus títulos por el irracional wokismo imperante en el mundo anglosajón, Agatha Christie. En ella, el inefable Hércules Poirot tiene que resolver, en un crucero por el río Nilo, una serie de asesinatos, que logrará desentrañar con su perspicacia usual.
Obviamente no les voy a hablar de cruceros por el Tajo, dado que ya, según me contaban, en algunos tramos, como en Talavera, ni siquiera puede avanzar una piragua. Tampoco voy a elaborar una literaria trama criminal, aunque lo que pasa con nuestro río es un verdadero crimen. Sólo pretendo, por enésima vez, levantar la voz para denunciar el terrible estado en el que se encuentra, y que, dada la estupidez humana, puede ir a más.
En efecto, y como consecuencia de esa línea que se viene impulsando desde las instituciones europeas de 'renaturalizar' los ríos, el último atentado perpetrado es el proyecto de demoler los azudes del río a su paso por la ciudad. Teniendo en cuenta que dichos azudes llevan ahí desde el siglo XI, y que en su aspecto actual derivan del siglo XVI, formando parte del patrimonio histórico toledano, en su vertiente de obras de ingeniería, la idea, en sí misma, resulta una barbaridad. Pero la aberración se acrecienta cuando sabemos que sin esos azudes, que son la única garantía de que el Tajo a su paso por Toledo parezca un verdadero río, pues permiten la existencia de una lámina de agua gracias a esos pequeños embalses que regulan el caudal, el río se convertiría en poco más que un pequeño arroyo, apestoso y repugnante, un lodazal infecto, que no sólo dañaría el paisaje toledano –que no olvidemos forma parte de su declaración como Patrimonio de la Humanidad-, sino que traería, en un año de sequía como éste, y durante los veranos, riesgo de salud para la ciudadanía.
Camino con frecuencia junto al río y compruebo alarmado, con preocupación, como cada día tiene menos caudal, pudiendo verse ya el fondo. Progresivamente son más las piedras que afloran, y que, si bien son un lugar perfecto para el descanso de las aves, advierten que, a este ritmo, será posible cruzar el río a pie.
La situación del Tajo es de auténtica emergencia. No se entiende la existencia de un llamado ministerio de Transición Ecológica que no se haya preocupado de verdad por el drama de uno de los principales ríos de la península, aunque siempre queda la sospecha de que títulos tan rimbombantes sólo reflejan el postureo de Gobiernos 'políticamente correctos', pero ineficaces y frecuentemente, incompetentes (y no me refiero a que tengan las competencias transferidas a las autonomías). Urgen más depuradoras. Y más agua.
O nos movilizamos como ciudadanos, o la película de terror será Muerte del Tajo. Próximamente en sus pantallas.