Fernando Díez Moreno

Política y Humanismo

Fernando Díez Moreno


Humanismo y confrontación ideológica (III)

06/03/2023

Al final de la colaboración anterior planteábamos la cuestión ¿y después de la 'guerra fría' y de la 'caída del muro de Berlín', qué?
No tardaron en aparecer respuestas. La situación no era fácil. Había desaparecido una de las superpotencias, y solo quedaba como tal los Estados Unidos. Había desaparecido, en consecuencia, una de las dos ideologías en confrontación, y solo quedaba una, el liberalismo democrático. Y entonces la cuestión que surgía era ¿podía vivir el mundo con una sola superpotencia y una sola ideología?
F. Fukuyama hablará del 'fin de la historia' en el sentido de que habiendo prevalecido una ideología sobre las demás, esta se extenderá por el mundo por lo que la historia ha llegado a su plenitud. Y S. Huntington hará referencia al  'choque de civilizaciones' para señalar que el enfrentamiento de la guerra fría será sustituido por un enfrentamiento entre la civilización occidental y las corrientes fundamentalistas del islam que propugnan la guerra santa o 'yihad' como instrumento de expansión.
Otros como A. Solzhenitszyn advierte que aún después de la caída del muro de Berlín siguen en pie las cuestiones humanas esenciales, como el sentido de la vida o de la muerte, la necesidad de iniciar el camino de la autolimitación de los deseos y que no obstante, no ha desaparecido el peligro del comunismo.
Pero sin duda alguna, la expresión o descripción que alcanzó mayor difusión y que fue analizada y comentada profusamente, fue la de que estábamos ante un 'nuevo orden mundial'. ¿En qué consiste es nuevo orden? Veamos algunos de sus componentes.
- Una limitación de la soberanía de los Estados, consecuencia de su integración progresiva en organizaciones supranacionales, que podrían desembocar (utópicamente) en un Estado universal (federal o no).
- La erradicación de la pobreza, el hambre, la desnutrición, las enfermedades, garantizando una vida digna a todos los ciudadanos del planeta.
- La consolidación de  una comunidad internacional basada en la igualdad de oportunidades, democracia, tolerancia y solidaridad.
- La plena aceptación de los derechos humanos, cuyo ejercicio comporta simultáneamente responsabilidades.
- La renovación y reforzamiento del Derecho internacional acorde con la nueva situación.
- El mantenimiento de una estabilidad política que evite la violencia y las guerras.
- El reconocimiento de la diversidad cultural y de la cooperación basadas en el respeto de todas las culturas y de las herencias religiosas.
- La aceptación de la economía de mercado o de la libre empresa, aún con sus deficiencias, rechazando el proteccionismo y fomentando una sana competencia.
Para el humanismo cristiano, aunque el fin de la guerra fría había afectado principalmente a los países del centro y este de Europa, sus consecuencias revestían importancia universal, pues afectaban a toda la familia humana. Tales consecuencias, dice la Encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II, «no se dan de forma mecánica o fatalista, sino son más bien ocasiones que se ofrecen a la libertad humana para colaborar con el designio misericordioso de Dios que actúa en la historia».
Aquel utópico 'nuevo orden mundial' no duró mucho tiempo. El terrorismo islámico (con atentados como el del 11-S en Nueva York, o el del 11-M en Madrid, más todos los anteriores y posteriores), las guerras de los Balcanes, de Afganistán o de Iraq, los genocidios en África, la guerra en Ucrania y las continuas misiones de paz y seguridad en diversas partes del mundo, han puesto de manifiesto un nuevo 'desorden' mundial.
Pero la verdad es que la guerra fría no ha desaparecido, se había interrumpido, pero ha vuelto a aparecer después de más de treinta años. Ahora es el enfrentamiento entre la civilización occidental (Europa, USA, Japón, entre otros países, que defienden los derechos humanos y la dignidad de la persona) y Rusia y China que abominan de tal civilización.