Miguel Ángel Collado

Alma Mater

Miguel Ángel Collado


Tertulianos y cuarto poder

24/04/2023

Se suele atribuir a Edmund Burke, parlamentario y escritor británico del s. XVIII, la expresión que califica a la prensa como el cuarto poder aunque parece que quien la formuló, ya en el s. XIX, fue otro político y periodista, Thomas Babington Macaulay. Según Bernardino M. Hernando, en realidad Burke expuso, entre irónico y dolido, la idea de que un día el periodismo sería tan importante como el Parlamento. Con independencia de la paternidad de la expresión, tanto uno como otro político venían a destacar que junto a legislativo, ejecutivo y judicial, el periodismo se erigía como el cuarto poder, aunque hoy esa idea se matiza en el sentido de ser un poder transversal. Es una gran responsabilidad.    
Desde hace años se han generalizado tertulias en televisiones y radios de carácter nacional en las que se comenta todo tipo de asuntos y, naturalmente, cuestiones de la vida política o de dimensión social pero que encuentran fundamento o se proyectan en la política. En los debates, algunos participantes que son periodistas defienden indefectiblemente la posición del mismo partido o grupo de interés en todo caso. Cualquiera que sea el tema en discusión, esos profesionales de los medios de comunicación que operan de modo partidista, al servicio de una causa y no al servicio de la sociedad, siempre sostienen el planteamiento de la fuerza política con la que tienen mayor simpatía,  afinidad e incluso identificación ideológica.
Si un programa de tertulia tiene como esencia mostrar opiniones confrontadas, exponiendo las razones y argumentos que cada uno de los que hablan entiende que sustentan esas posturas y todo ello con el propósito de ayudar a la formación de criterio del espectador u oyente, ¿cómo se puede alcanzar esa finalidad en estas condiciones en las que el ciudadano experimenta una falta de confianza respecto de unos tertulianos cuya objetividad resulta muy discutible? Hoy día, la pluralidad de fuentes de información es una ventana de oportunidad pero también puede provocar confusión y desorientación, por ello el periodista tiene la responsabilidad de salvaguardar su credibilidad.
En la época de las redes sociales, la relevancia de la imparcialidad, que no significa neutralidad entendida como equidistancia, cobra una mayor trascendencia. Escribir un tuit propio o bien dar me gusta o retuitear uno ajeno apoyando, por errónea o perjudicial que sea, una iniciativa del grupo del que se es simpatizante compromete la credibilidad en cuanto resulte ser un ejercicio de alineamiento acrítico. Es preciso separar la información de la propaganda, lo que requiere superar las posiciones preconcebidas, no convertirse en apóstol en las redes sociales de las filias o fobias personales. No es menos cierto que la polarización creciente de parte de los ciudadanos también da lugar hoy día a unas actitudes militantemente airadas que utilizan esas mismas redes para descalificar gravemente a quienes, ejerciendo con responsabilidad y dignidad la función social del periodismo, critican razonadamente una determinada  medida o posición de un partido político o de un gobierno de cualquier ámbito territorial.
En ocasiones, las posturas de los participantes en la tertulia se radicalizan por el deseo e incluso el interés del programa de opinión de crear tensión o exacerbar las discrepancias entre quienes formulan sus opiniones en orden a generar polémicas rentables en términos de audiencia. La polémica no debe provocarse forzadamente sino que será consecuencia directa del hecho que suscita el debate, no de unas posiciones sesgadas. El esplendor y la grandez del periodismo reside en la difusión de noticias contrastadas y la formulación de opiniones objetivas e independientes asegurando a los ciudadanos el derecho a una información veraz e independiente.