Dice el socialista jacobino Guillermo del Valle que algunos partidos de izquierda exhiben, tanto unos orígenes como un presente, abiertamente incompatibles con todos y cada uno de los valores de transformación política, social y económica, de emancipación humana, propios del socialismo. Aunque se digan de izquierda, no tienen ni los ademanes, espeta. Y que no es aceptable practicar una memoria histórica selectiva y olvidar, por ejemplo, los fundamentos racistas del nacionalismo catalán o del vasco.
Para mí, que un grupo de socialistas convencidos digan esto, que se declaren abiertamente 'centralistas', que exista por ahí pululando una izquierda que formule planteamientos lógicos sobre el territorio basados en la razón y no en los sentimientos o en la identidad, supone un soplo de esperanza para la coherencia y la normalización democrática de España.
La necesaria solidaridad económica surge de la evidencia de la desigualdad económica existente entre las distintas Comunidades Autónomas y se constituye como un deber del Estado para asegurar el equilibrio económico entre las diversas partes del territorio español, tal y como se preceptúa en el artículo 138 de la Constitución. Como en España esto no se cumple y puesto que es el Estado el único que puede y debe garantizar la igualdad en la prestación de servicios básicos a sus ciudadanos, deberíamos empezar a cuestionarnos el significado de una fiesta como la de ayer en Castilla-La Mancha. Dejarnos de tontadas para empezar a «recuperar competencias esenciales para el Estado central que ponga fin a las asimetrías, a los privilegios económicos y fiscales de unos sobre otros», como reitera Guillermo del Valle.
Entendiendo la nación como cuerpo político unitario de ciudadanos, y en la era de internet, cuando las posibilidades de comunicación global de cualquiera dependen de un simple 'clic', cuando la cultura y el conocimiento se expanden universalmente, el regionalismo, como concepto político e ideológico, es hoy germen de desigualdades y privilegios, un tema folclórico de ideología reaccionaria y antidemocrática.
Lo reitero todos los años en estas fechas. A lo que nosotros llamamos peyorativamente la 'Francia Jacobina', los franceses lo denominan 'Estado Unitario'. Francia, la nación que supo librarse del antiguo régimen y someter el poder de la Iglesia al del Estado, también rechazó el regionalismo como germen de desigualdades y privilegios. En Francia, como los proyectos de ordenación del territorio empezaron a aparecen con Luis XVI, los revolucionarios jacobinos abogaron por la homogeneización jurídica del territorio, entendiendo la nación como cuerpo político unitario de ciudadanos, cualquiera que fuera su origen social o geográfico.
En la izquierda española se hace imprescindible un debate político, serio y responsable, sobre la necesidad de sustraer competencias a las Comunidades Autónomas y devolvérselas al Estado, y sobre la búsqueda de un sistema de horizonte común que reafirme el interés del Estado común por encima de los intereses particulares y egoístas de las distintas regiones, en vez de esos discursillos manidos y ñoños de vertebración autonómica, como los que se prodigaron en la fiesta de ayer.