Carlos Calzada

Carlos Calzada


El fútbol es mentira

23/02/2024

Una de las frases más repetidas y que oigo en torno a este deporte desde siempre, es que «el fútbol es mentira».
En la mayoría de los casos, esta afirmación se utiliza de manera dañina en busca de perjudicar el deporte con más adeptos en el mundo. Son muchas las envidias que tratan de desprestigiar lo indesprestigiable. O, quizás, haya demasiadas mentiras.
Es mentira que los presupuestos en la Tercera Federación del fútbol español son, en la mayoría de los casos, tan altos que no corresponden a la categoría y realidad de la misma. Por no hablar de la mentira de los salarios. Y es mentira que el éxito en el fútbol no se compra con dinero.
Es mentira que los entrenadores y esos sistemas de juego, esa técnica y táctica, condicionan el juego y determinan el resultado final. Y es mentira que el fútbol, y más de Tercera, lo marcan los detalles, lo marcan los errores y, hoy en día, el miedo a ellos.
Es mentira que la preparación física es fundamental para este deporte, para el rendimiento de los jugadores y la prevención de lesiones, así como para desarrollar desde lo condicional los aspectos intrínsecos al modelo de juego aceptado y sus características.
Es mentira que el fútbol es un estado de ánimo y los aspectos psicológicos tienen un protagonismo tan importante como tan menospreciado, pero que son capaces de condicionar todo lo demás.
Es mentira, que los arbitrajes, desde la dificultad de su posición, están tomando un protagonismo innecesario, para bien o para mal, en todas las categorías, que lo hacen perder el sentido y alejarse de una normalidad basada en el respeto mutuo y los valores del deporte.
Es mentira que la afición está por encima de todo y no deja de ser el corazón y el alma que mantiene vivo el sentimiento y el espíritu de un equipo.
Y, para terminar de contar mentiras, es mentira que parece que, desde dentro, nos empeñamos en poner la zancadilla a nuestro propio deporte. Y el fútbol es muy de verdad, mucho más de lo que queremos creer, y quizás esas mentiras, o no, sean las que lo hacen más grande y atractivo si cabe.