Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


La ilusión que alimenta

25/05/2023

«La ilusión no se come, pero alimenta». Estas palabras que le dice a su mujer el protagonista de 'El coronel no tiene quien le escriba', del genial García Márquez, me vienen a la cabeza para ensalzar ese sentimiento, la ilusión, que, sin caer en la utopía, es vital cuando uno se enfrenta a una sociedad acomodada en la resignación.
Llevamos demasiado tiempo utilizando las redes para quejarnos, para expresar las deficiencias que observamos en nuestro día a día. Nos desahogamos a golpe de post o de comentario, a veces incluso utilizando un nombre falso, por miedo a posibles represalias del poder establecido. Tal vez nos olvidamos de que vivimos en una democracia, de que quienes mandan están a nuestro servicio y, si no nos gustan sus decisiones, tenemos la posibilidad de echarlos a la calle con la fuerza de nuestro voto. La urna es nuestra salvación.
Claro que entiendo el temor de algunos a un cambio. Sí, a esas artimañas sibilinas, al cobarde acoso en las redes, a esa amenaza velada de dejar sin trabajo a tu hermano o a tu hijo, 'recuerda quién le colocó', o a esa posibilidad de cerrarte las puertas para siempre en tu ciudad, de ser víctima de rechazo en tu propia tierra. De obligarte a renunciar a tu origen, a tu casa, a tu vida.
No es fácil, doy fe, pero ante esas circunstancias que nos intimidan, que nos paralizan, que nos acomodan en la mediocridad, que nos alejan del pensamiento libre, hay que alzar la voz. No caigamos en la manipulación de quienes pretenden manejarnos como marionetas para servir a sus propios intereses. Estamos en un momento crítico, en el que la censura y el pensamiento se nos intentan imponer con unas tácticas que me traen a la memoria al desalmado Goebbels: «Más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil».
Y así, algunos que presumen de progresistas, adoptan otras técnicas, ya viejas, de presión y de manejo de las masas, que ni siquiera son originales en el desprecio a los díscolos. Pero aquí estamos nosotros, para decidir qué queremos, para salirnos del rebaño y analizar lo que ellos, los manipuladores, pretenden que asumamos sin rechistar. La unanimidad no suele ser sinónimo de acierto. Que lo piense la mayoría no es razón para que nos engullan, para que nos corten las alas, para que nos impidan volar más allá de su doctrina propia de la secta más despreciable.
Los toledanos somos rebeldes por naturaleza. O eso quiero creer, porque es verdad que en los últimos tiempos parecemos vencidos por la apatía. Debemos despertar para no sólo quedarnos extasiados ante la silueta de nuestra ciudad desde el Valle, por cierto, esa zona necesita un buen repaso. Hay que preservar nuestro legado, pero sin renunciar a las oportunidades que nos brinda el siglo XXI, huyendo de ese fomento del ladrillo y del cemento que tanto mal ha causado a nuestro medio ambiente, a nuestra economía y a nuestras expectativas de vida.
En cada convocatoria de elecciones se nos abren las puertas a elegir un camino, del que quizás podamos dar la vuelta, pero que ahora se antoja crucial. Los toledanos, empujados por esa ilusión que no se come pero alimenta, tenemos este domingo la oportunidad de diseñar nuestro futuro, de dar rienda suelta a nuestro orgullo. Porque pensamos, somos libres y valiosos. Y valientes.