Hay una maravillosa canción que haría moverse a las mismísimas cariátides del Erecteion pero va su nombre, ahora, no sé cuántos años después de tenerla en mi lista musical de melodías que me llevaría al fin del mundo, y se convierte en un enemigo de mi bienestar físico y, sobre todo, psíquico. La compuso un grupo estadounidense con un nombre (Earth, Wind and Fire) que inspira toda la paz que a mí me quita el título de la canción: september.
Jamás pensé que un mes pudiera estirarse tanto. Me persigue la sensación de que no se haya marchado, que, en cualquier momento, cuando mire el móvil, volverá a poner septiembre con un número al azar delante: 17, 23, 29… y pensaré, una vez más, pero ¿cómo es posible? No es que alguna vez haya sido mi mes favorito, obviamente, siendo docente, (por cierto, muchas felicidades a todos mis compis, que ayer fue nuestro día, o uno de ellos) no es el mes más sencillo, ni amable, sobre todo para aquellos que son interinos, cuyo destino se les presenta unos días antes del día 1 del innombrable. Pero, tampoco había pasado nuestra relación de unas maldiciones tipo qué poca dura el verano, la que me va a caer si digo esto, me dirán que si tres meses, tendré que recordar que no, que dos, que si te parece poco, pues mejor, me callo. Una volvía y al ratito se le pasaba la depre y sentía la ilusión de un nuevo curso. Pero como la maternidad tiene que arrasar con todo, no vaya a ser que no te acuerdes durante un segundo de tu vida de que tienes uno o varios seres por ahí dependiendo de ti, también aquí te manda su recadito. De repente, pasas del modo verano a una espiral de compras en las que siempre vas tarde, mal y, sobre todo, la última de la fila, con una lista en la mano de materiales de papelería que jamás pensaste que existían (queridos compis maestros, sé que lo hacéis por su bien), con libros que ya no quedan o tardarán, ropa que está pequeña, como si dos meses hubieran sido dos años, con lo cortos que se me han hecho a mí, y te ves pensando si llevar a la niña con el chándal y las merceditas azul marino de colegiala porque el zapato deportivo respetuoso, por favor, no llega. Y las extraescolares esperando, pasamos de este año quiere ir a no sé qué a que en no sé qué no quedan plazas, pero ¿cuándo se apuntó la gente, por favor? Y horarios cada día distintos y cada retoño el suyo. Y ahora intenta que vuelvan a la rutina, que se acuesten antes del amanecer, que vuelvan a comer lentejas y que cuando se queden en el cole lo hagan contentos. Luego, piensas, pero qué ha sido para tanto. No lo sabes, pero no hay madre con la que haya hablado que no haya sentido que este mes pasado tuvo, por lo menos, ciento cincuenta días. Bienvenido, octubre.