Miguel Ángel Collado

Alma Mater

Miguel Ángel Collado


Proceso a Jesús

25/03/2024

La noche del jueves, al terminar la Cena, salió Jesús con sus discípulos y Judas acompañado de una cohorte y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, se acercó a Él. "La cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año" (Jn, 18, 13). Con esta detención en el huerto de Getsemaní se inician los procesos a Jesús, en plural, pues se deben distinguir dos procesos independientes pero conectados, un proceso religioso ante el sanedrín y otro estatal ante el praefectus Iudaeae.
El proceso por un delito de blasfemia al haberse proclamado Hijo de Dios se desarrolla ante la autoridad religiosa que, en la época, no podía ordenar la ejecución de una pena de muerte. Por eso Anás le interroga acerca de su doctrina y sus discípulos; sobre su doctrina por si proclama ser el Mesías, esto es, el hijo de Dios, lo que se entendería por los sacerdotes como aspiración al trono de Israel no solo en sentido espiritual sino también temporal y por sus discípulos para confirmar que promovía desórdenes por medio de sus seguidores. El Sanedrín quería documentar la acusación que se presentaría ante Pilato el día siguiente de que Cristo habría cometido no solo un delito de blasfemia según la ley hebrea sino también un delito de alta traición reconducible a la lex Iulia maiestatis penado con la muerte por el Derecho romano. En este ya regía el principio que conocemos como ne bis in idem pero tal regla operaba respecto de dos tribunales romanos; además, Jesús sería acusado de proclamarse rey de los judíos, es decir, un delito de lesa majestad diferente al de blasfemia.
Como Anás no pudo obtener elementos incriminatorios, llevó a Jesús ante Caifás. De acuerdo con el ordenamiento de la época eran precisos dos testigos pero, ante la falta de testimonios sólidos, "el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios. Jesús le respondió: Tú lo has dicho" (Mt. 26, 63-64). En ese momento, el sanedrín transforma la blasfemia en acusaciones jurídico-políticas, fundamentalmente proclamarse rey de los judíos y renvían al acusado a la jurisdicción romana.
Coinciden los cuatro evangelistas en que sobre esa proclamación fue la primera pregunta de Pilatos; en cambio, solo Lucas refiere un episodio respecto a cuyo significado no hay acuerdo: el gobernador remite al acusado al tetrarca Herodes Antipas. Se duda si hay una remisión de Pilato confiando en que Herodes asumiese su competencia, lo que sería difícil porque, en principio, no podía ejercer la función judicial en una ciudad fuera del territorio de su jurisdicción o bien que, simplemente, quería conocer el parecer de Herodes. En cualquier caso, este no parece tomar en serio la preocupación que provocaba Jesús y lo devuelve al prefecto después de vestirlo de blanco en burla.
Pilato no encuentra nada condenable en Cristo y se dirige al pueblo. Generalmente la pregunta: ¿a quién queréis que deje libre, a Jesús o a Barrabás? se vincula al privilegio de los judíos, al que aluden los evangelistas, de solicitar la liberación de un prisionero con ocasión de la Pascua. Sin embargo, Garofalo, un destacado estudioso del proceso a Jesús, entiende que el prefecto aplica un principio del Derecho Romano según el cual en materia penal la decisión corresponde al pueblo y hay un pasaje de Mateo que parece corroborarlo: "Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío. Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían; soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad." (Mt, 23, 23-24). ¿Puede afirmarse que Pilato formuló expresamente una sentencia formal de muerte o solamente lo entregó al sanedrín? Este último texto de Mateo y lo que escribe Juan, "se sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado»" (Jn, 19, 13) parecen confirmar, según estudiosos, que dictó sentencia de muerte; sentarse ahí era lo pertinente para emitir la condena a la pena capital, que fue luego ejecutada por los soldados romanos en la Cruz.