Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Invierno en Lima

06/09/2023

Tras el paréntesis de agosto, vuelvo a asomarme a las almenas de este torreón para compartir con ustedes un poco de historia, arte, literatura y pensamientos varios. Aunque hoy no escribo junto a las riberas del Tajo, sino a la vera del Océano Pacífico, en el extremo sur de esta megalópolis caótica que es Lima, en uno de los 'pueblos nuevos', Villa El Salvador, surgidos en los últimos años sobre el desierto, fruto de la emigración que ha llegado masivamente a la capital peruana. Repito estancia en estas tierras de contrastes, donde en el espacio de unos kilómetros se puede pasar de la pobreza más desgarradora al lujo más exorbitado. Me encuentro en pleno invierno austral, que aquí suele ser triste y melancólico, debido a las persistentes nubes y a la tenue neblina que impiden, durante días, ver el sol, mientras derraman una fina lluvia, la interminable garúa, que apenas alivia la aridez del terreno. Aunque este año, debido al fenómeno del Niño, tenemos cálidos días de sol y la lluvia, cuando cae, es más intensa.
Villa El Salvador es un lugar que impacta. Nacida de gentes que huían de la pobreza, poco a poco se ha convertido en un signo de esperanza, pues las mejoras -según me cuentan- han sido evidentes, si bien permanecen muchas situaciones de verdadera miseria. Sobre un desierto de oscuras arenas, en las cercanías del viejo santuario inca de Pachacamac, se ha ido construyendo una ciudad nueva, que enlaza, a lo largo de toda la costa hacia el norte, con la inmensa Lima. Un abigarrado conjunto de construcciones, a veces frágiles, sin más suelo que la tierra batida, otras con aspiraciones de edificios modernos y sólidos, alberga una población joven y dinámica. Llama la atención la cantidad de niños que hay por todas partes, que ponen su nota de alegría y esperanza. El otro día pude participar en un acto en uno de los varios colegios que se van construyendo por toda la ciudad y me llamó la atención la diferencia con los nuestros, cada vez más vacíos. Pero no quisiera caer en una ingenua y 'roussoniana' exaltación de una situación que también es dramática, con graves problemas de alcoholismo, abusos de menores, maltrato a las mujeres, caos en el tráfico, corrupción o contaminación, entre otras realidades lacerantes. O los contrastes entre los ricos y modernos barrios de Miraflores y San Isidro frente a la pobreza de Villa María o San Juan de Miraflores.
En medio de estas contradicciones, llevan casi treinta años trabajando –desde enero de 1994- un grupo de misioneros toledanos. Junto al anuncio del Evangelio y atención parroquial, han desarrollado una labor social y asistencial que abarca desde la puesta en funcionamiento de un dispensario médico a ollas vecinales que dan alimento a muchas familias. Gracias a ellos, mucha gente pudo salir adelante durante la pandemia.
Son un auténtico corazón de Toledo en Lima.