Javier del Castillo

Javier del Castillo


Caiga quien caiga

27/02/2024

Podía haber titulado esta columna con otras frases que adornan desde hace mucho tiempo el grave problema de la corrupción en España: «el que la hace la paga», «pongo la mano en el fuego», «esperemos a que se pronuncie la justicia», «Koldo sé fuerte», «seremos implacables contra los corruptos» o «a mí que me registren». Sin embargo, he preferido el «caiga quien caiga», porque casi nunca caen los que realmente tienen la culpa. Quienes amparan, por desidia o por intereses personales, a personajes sin escrúpulos. 
La historia reciente de nuestra democracia está plagada de casos de corrupción. Unos más graves que otros, pero en casi todos ellos han jugado un papel protagonista personajes cuya formación y apariencia avisaban ya del peligro. Hubiera bastado con repasar la trayectoria profesional del aizkolari Koldo García – conocer sus antecedentes de portero de noche y repartidor de «leña» –, para ponerse en guardia y estudiar con más detalle su idoneidad para el puesto de asesor y hombre de confianza de un ministro. También hay que ser muy despistado para no darse cuenta después, durante el ejercicio de sus funciones, lo que se trae entre manos.
Hay quien compara a Koldo García con Juan Guerra y Juan Roldán, pero más por su apariencia física que por sus obras. No es lo mismo vender favores a los amigos del partido que controla el hermano desde Madrid, o llevarse a casa el dinero de los huérfanos de la Guardia Civil, que aprovechar una pandemia para trincar comisiones de las mascarillas. Y tampoco es de recibo, tras la experiencia de aquellos y otros casos similares, que el partido que presume de sus «cien años de honradez» siga teniendo en sus filas a dirigentes y ministros implicados en supuestos casos de corrupción.
A la política española le falta decencia. Y, sobre todo, recuperar la credibilidad que llegó a tener en épocas pasadas. Porque, ¿cómo justificas ahora, ante la opinión pública, la importante labor que desarrollaba en el Ministerio de Fomento un señor en cuya hoja de servicios destaca la custodia de los votos recibidos por Sánchez en las primarias del PSOE, cuando le disputaba la secretaría general a Susana Díaz. 
Cuando escribo estas líneas, José Luis Ábalos está a punto de renunciar a su acta de diputado. Prácticamente, amortizado. Pero no debería ser el cortafuegos para salvar a su principal valedor, Pedro Sánchez. El que fuera secretario de Organización del Partido Socialista y ministro de Fomento, no lo olvidemos, ha sido un pilar decisivo y fundamental en la carrera de Sánchez hacia la Moncloa. Fue el hombre fuerte de sus primeros gobiernos, el que hacía los trabajos más delicados, como atender en el aeropuerto Adolfo Suárez a la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, o comprar mascarillas a cualquier precio. 
Koldo García es una pieza más en un puzle donde aparecen piezas más valiosas, entre ellas los expresidentes de Baleares y Canarias, Francina Armengol y Ángel Víctor Torres. Pedro Sánchez dejó claro el otro día que se llegará hasta el final: «seré implacable, caiga quien caiga». 
Pero no dijo si se refería a la corrupción de los suyos o a la corrupción del adversario. Lo más sorprendente de todo es que ni siquiera él tuviera constancia de que sus hombres de confianza le estaban engañando. 
Y forrándose.