Desde hace años Daimiel es el espejo donde se mira Doñana. Desde hace años, ya muchos, el Parque nacional de las tablas de Daimiel define el arquetipo de ecosistema destruido por la sobreexplotación del agua, subterránea en gran medida, pero también superficial. A muy pocos ha importado. E importa. Mientras, aumentan las extracciones del acuífero 23, el acuífero de la Mancha Occidental, el Plan de cuenca del Guadiana asume sin rubor el déficit entre el agua que entra y sale del acuífero, y cada año se hace mayor la deuda que acumulamos con las entrañas de la Mancha. Y no pasa nada. ¿Qué no hay agua en las Tablas? Pedimos un trasvase del Tajo y ya está. O ponemos a funcionar la fuente ornamental de los pozos. La factura eléctrica la pagamos todos… Que el agua para beber del acuífero está contaminada por el descontrol de la agricultura intensiva… Pues hacemos un trasvase desde el Tajo y ya está… Y lo que nos 'ahorramos' para beber, lo usamos –más– para regar. Es el magnífico plan.
El doble rasero que se gasta en este país respecto a los espacios naturales protegidos o los ríos es algo que ya no sorprende. Y va a más. Y no escribo sólo de la inacción política o del sistemático esquinamiento de lo natural –¿qué propuestas se han hecho en la pasada campaña electoral en los ámbitos locales o autonómico?– ; sino de la actitud ciudadana hacia ese dejar hacer, dejar pasar, hacia ese populismo donde siempre acaban perdiendo los mismos. Y ganando los que siempre ganan.
Claro, que siempre ha habido diferencias, que no categorías. No es simplemente que existan espacios de primera y otros de segunda o tercera –las olvidadas, ninguneadas y esquilmadas Tablas con el resto de la eufemística Mancha Húmeda–. Es más. Creo que sería muy difícil contemplar el Ebro a su paso por Zaragoza colmado de espumas como en Toledo. O al Guadalquivir en Córdoba o Sevilla. Ya vimos lo que pasó cuando intentaron robar el Ebro a los aragoneses y catalanes. Cómo Valencia ha blindado con agua del Júcar almacenada en Alarcón la Albufera… el escándalo del Mar Menor. Y cómo el Gobierno de España hace casus belli de Doñana.
Pero, ¿qué pasa aquí con las Tablas de Daimiel? ¿Qué pasa con nuestro Tajo? ¿Por qué aquí callamos, permitimos el eterno toreo de salón político?
El espejo de las Tablas enseña a Doñana cuál puede ser su destino. Cada ciudadano de esta Castilla y sobre todo de La Mancha debería recorrer la madre del Guadiana desde los extintos Ojos hasta el molino de Molemocho. En los colegios se debería contar la historia de la destrucción de la mayor joya ambiental de este país: el aflorar de un río del corazón de nuestra tierra, la fuerza de la vida y la naturaleza. Pero no. Seguimos muy lejos. A años luz. Espero que no sea el destino de Doñana.