En Aldeanueva del Mansillo, un pueblo más de esa España rural, las llamas cobran protagonismo en un gran incendio que arrasa el bosque y termina con la vida de un vecino. Hasta ahí podría tratarse de un suceso, de una noticia en un medio de comunicación, pero Félix lleva la historia más allá, a una novela que retrata la realidad, los riesgos y peligros que rodean a los incendios, las problemáticas de distintos personajes, sus pasiones, la búsqueda del incendiario que ha logrado que las llamas alerten y ahoguen un bosque preciado, el cobijo de muchos de los habitantes del pueblo. Y quizá lo más impactante sea que el autor puede ser conocido y desenmascarle lleva muchas páginas de esta segunda novela de este ingeniero forestal que ha emprendido su carrera editorial a gran velocidad, como el fuego cuando azota el viento...
Acaba de publicar su segunda novela, ‘El fuego callado’, de la editorial Caligrama, un título muy sugerente y que puede prestarse a contar muchas cosas.
He intentado que sea sugerente. ‘El fuego callado’ habla no solamente de los incendios forestales, también el fuego de las pasiones y las emociones de las personas. Intento en esta novela hablar de un problema relacionado con la ecología y la sostenibilidad, pero detrás de todo esto también hay un trasfondo social, los comportamientos de las personas, las aspiraciones y demás. Intento navegar por un pueblo cualquiera de esa España en la que todos los veranos arde y surge una tragedia porque se sabía que en algún momento podría haber un incendio, pero nadie hacía nada. A partir de ahí surge la duda de por qué ha pasado y quién lo ha podido hacer. La novela también entra en las particularidades de esa España rural que se vacía, pero al mismo tiempo está en contacto con lo urbano. Con mi novela quería contribuir a la reflexión y a divertir también al lector.
También la intriga es un ingrediente importante en la novela.
Sí. claro. Tengo un bagaje profesional para hablar de incendios, sostenibilidad y ecología, y la novela representa un fresco social muy al estilo de lo que podría escribir Galdós. A partir de ahí se desgrana una historia basada en una catástrofe, un incendio forestal que nos afecta a todos. La idea es incidir en los motivos que llevan a que alguien ponga una cerilla, qué cosas oscuras y surrealistas, a veces, llevan a que una persona haga eso.
En la primera novela, ‘El árbol de los pigmeos’, también se trataba el tema de los bosques y el cuidado medioambiental. ¿Habrá una tercera con una temática similar?
La tercera ya está escrita y estoy buscando editorial. Se llama ‘Café pergamino’ y se ubica en América por mi bagaje también allí. La patria está donde está nuestro idioma y tenemos muchas cosas en común. He viajado mucho por América y tengo un proyecto con mi hermano, llamado ‘Cumbres del Pacífico’, que nos ha hecho recorrer todos los países a través de sus montañas, así que en la tercera novela hay un conflicto entre lo indígena, lo que viene de fuera, el cultivo del café, la conservación de la naturaleza y todo ello en un contexto de guerrilla, muy moderno, muy contemporáneo. Además, intento enlazarla con algunos elementos de sostenibilidad con la situación social de algunos países de América Latina.
Siempre hay un componente que subyace por mi vocación y mi profesión -ingeniero forestal- a los temas de sostenibilidad, geopolítica y ecología vinculados a la economía y al bienestar de las sociedades futuras.
Y no para de pisar el monte desde hace años. ¿Sigue en pie el proyecto ‘Cumbres del Pacífico’?
Empezó hace veinte años y nos ha llevado a subir las montañas más altas de América, las cordilleras del Pacífico americano en varias expediciones, desde Argentina y Chile hasta Alaska. Hemos intentado transmitir a la sociedad, centrándonos mucho en Castilla-La Mancha porque somos de aquí y vivimos de aquí, ese acercamiento cultural y dar a conocer, informar e involucrarnos en la problemática ecológica, social y económica actual de América por todo lo que suponen los lazos de hermanamiento.
También hemos tenido algunas colaboraciones. El año pasado hemos estado vinculados a la Consejería de Educación y Cultura en un programa dirigido a profesores de Castilla-La Mancha para transmitir una serie de valores de superación personal y de orientación para los alumnos.
¿Hay ya un cuarto proyecto editorial en mente?
Sí, hasta un quinto. Tengo varias cosas empezadas... Hay que intentar ir avanzando aunque el día a día no deja mucho tiempo para escribir, con la familia, el trabajo y las expediciones. No es fácil escribir porque conlleva que la novela se conozca, que la gente lo lea y le guste para que pueda tener proyección. Todo esto requiere un esfuerzo especial para los escritores que no somos conocidos y nos limita un poco.
El año que viene verá la luz ‘Café pergamino’ y espero que para 2021 tengamos otro proyecto publicado.
Todos los veranos se declaran múltiples incendios en España. Siempre se escucha que el calor invita al fuego... ¿Qué hacemos tan mal para que los bosques ardan tanto?
Al ciudadano hay que decirle que el bosque se quema porque alguien pone una cerilla. Sin duda, es uno de los aspectos más complicados de controlar. Hemos avanzado mucho y hemos conseguido reducir muchísimo el número de incendios. En la década anterior hablábamos casi de 20.000 incendios de media al año y ahora estamos en los 12.000. Y los medios de extinción llegan muy rápido a apagarlos.
Sin embargo, lo primero es que la gente se tiene que concienciar de la problemática. Igual que en la violencia de género no podemos tolerar actitudes amenazantes que llevan a un acto violento, en los incendios también tenemos que ser conscientes y anticiparnos, saber cuando el fuego está todavía callado antes de que arda el monte, y hay que denunciar y colaborar. También hay que sensibilizar a la gente para que no se ponga una cerilla, para que si hay un conflicto, una venganza o una locura no se traduzca en un incendio.
También es cierto que cuando la cerilla se descontrola llevamos varias décadas con un modelo económico en el que el medio rural se ha despoblado bastante y se han abandonado bastantes áreas que se han vuelto a repoblar de manera natural por el abandono agrícola y de pastos. También muchos montes que antes se reaprovechaban y utilizaban para cortarresina y extraer madera han dejado de tener interés económico porque es más barato traer productos de fuera o usar un producto sintético y necesitamos una política forestal estratégica de todo el territorio nacional conectada al mercado, a la conservación y a la biodiversidad de los bosques. Y ahí debe haber un compromiso político más allá de cuatro años, tiene que ser a largo plazo porque los montes no se pueden gestionar a golpe de legislatura. Hay que tener visión a largo plazo porque un árbol que crezca hoy posiblemente sea adulto y se corte cuando tenga entre 60 y 80 años.
No podemos dudar con este tipo de políticas, hay que tenerlo muy claro, pero falta ese consenso político y esa sensibilización social de que cortar un árbol no es malo si se hace bien y que es mejor usar madera y papel que plástico. Tenemos que irnos a un modelo de economía más sostenible y eso significa que hay que usar los recursos forestales pero de una manera sostenible. A partir de ahí gestionaremos mejor el monte y tendremos una sociedad más en contacto con el medio rural y los montes estarán más protegidos ante los grandes incendios, un problema serio tanto social como medioambiental.
Se suele hablar mucho de los incendios provocados y de los pirómanos, pero muy poco de los que ocurren por intereses económicos. ¿Por qué?
Claro, pero puede ser algo muy variopinto. Se habla poco de ello, pero sí ha habido ejemplos y casos en los que se ha demostrado que había una especulación urbanística detrás, pero afortunadamente la legislación forestal cambió y el Código Penal también, y no se permite la recalificación de terrenos después de un incendio.
En muchos casos, puede haber tramas económicas detrás, no necesariamente multimillonarias, pero sí del sustento de una parte de la población que vive de la rutina de los incendios forestales y tenemos que vigilar y tener cuidado.
También hay terrorismo y se utilizan los incendios como venganza contra un gobierno, contra los otros que no me llevo bien, o contra un sector económico. También a la inversa, de alguien de un pueblo quemando el monte frente a un colectivo ecologista que quiere defender una especie, o un parque nacional que no le interesa a alguien y se quema... Estas cosas existen y es muy complejo porque las motivaciones pueden ser muchas. Además de trabajar con el Código Penal y de denunciar y llevar delante de un juez a las personas que cometen un incendio, aunque es complicado porque si no se ve al autor con la cerilla, tenemos que seguir trabajando en educación ambiental con la ciudadanía y necesitamos gente que esté en los pueblos, en los bares escuchando, hablando, calmando y viendo donde está el fuego callado, observando quienes son las personas susceptibles de hacer una locura a través de un incendio forestal.
En Toledo hemos tenido un incendio importante en Montesión, en una zona complicada por la distancia entre chalés y la dificultad de los accesos. ¿Nos ha puesto en alerta por el hecho de que no estamos tan protegidos? ¿Nos ha enseñado algo este fuego?
Al final cuando el problema lo ves en tu casa te hace reflexionar y entender que algo así puede pasar, que no sale únicamente en la tele. Además, vivimos en un contexto de cambio climático y todo apunta que vamos a tener cada vez más periodos de sequía o de veranos más extremos y va a ser más fácil que la vegetación arda de una manera mucho más explosiva cuando alguien ponga una cerilla. Todo ello nos lleva a entender que tenemos que protegernos y no sólo limpiando el monte, como dicen algunas personas. Ahí hay que dejar claro que el monte necesita tener su vegetación que proteja su flora, que dé cobijo a la fauna. El monte no tiene que estar limpio, tiene que estar gestionado, sabiendo dónde tenemos que proteger, dónde cortar madera y dónde cuidar para que haya biodiversidad.
Además, tenemos que darle valor al monte, tiene que contar en la economía y saber que el agua que bebemos en las ciudades viene gracias a tener grandes bosques en las sierras y las montañas que cubren el suelo y nos ofrecen calidad del agua. También tenemos que aprender a ser conscientes de que los bosques almacenan dióxido de carbono que quemamos en la ciudades con nuestros coches y calificaciones. Ysi no incorporamos todo eso a la economía la amenaza la tenemos en casa.
¿Cómo se siente un ingeniero forestal tan viajero, ligado al bosque, al conocer los graves incendios que se están produciendo en el Amazonas? ¿Le resulta curioso que no haya una gran respuesta social porque este pulmón de la Tierra está a muchos kilómetros?
Cuando la gente ve que las cosas pasan lejos parece que no tiene nada que ver con nosotros, pero no es así. Al final, España importa soja, carne de América, tiene intereses económicos allí y nuestras empresas petroleras también invierten y tenemos mucho vínculo comercial, también histórico. Y pasa con América como con África o Asia...
En mi novela anterior, ‘El árbol de los pigmeos’, intentaba explicar a los lectores las conexiones históricas entre Europa y España con la Cuenca del Congo, y como ahora pasa en la Amazonía, está vinculado con los intereses económicos que siempre ha tenido Europa y nuestra calidad de vida actual está enormemente basada en un desarrollo económico financiado a expensas de utilizar los recursos naturales de la Amazonia o de América en general. Por tanto, la sociedad tiene que ser consciente de que un incendio en la Amazonia es mucho más cercano de lo que pensamos porque es el primer pulmón del planeta en cuanto a dióxido de carbono almacenado de forma forestal en vegetación y si la quemamos ponemos mucho dióxido de carbono en la atmósfera...
El 20% de las emisiones de dióxido de carbono del cambio climático proceden de la deforestación y la degradación de los bosques. Y no podemos tolerar que en un momento en el que el calentamiento global está acelerándose por causas humanas sigamos viendo como arde la Amazonia y la comunidad internacional no intervenga a pesar de que Brasil, Perú y Bolivia protesten y digan que la Amazonia es suya. Y no lo es al igual que los montes españoles no son solo de España porque la ecología y el sistema tierra están conectados y un gran incendio en la Amazonia o en España va al sistema tierra que es global y con los vientos acaba afectando a todo el planeta. Debemos ser conscientes de esto.