«O paramos o nos cargamos el planeta, el sector agro lo sabe»

L.G.E.
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La eurodiputada castellanomanchega avisa de que «si estas elecciones tienen menos movilización, los más perjudicados somos los socialistas»

Maestre cuenta que en el Parlamento Europeo tiene cierto margen para salirse de la disciplina de voto - Foto: Javier Pozo

Con cierto vértigo. Así afrontó hace cinco años Cristina Maestre su llegada al Parlamento Europeo. «Era un cambio muy drástico», confiesa. Maestre ha sido concejal, senadora y es la portavoz del PSOE de Castilla-La Mancha, pero a pesar de su experiencia política reconoce que había que «cambiar un poco el chip». A la ciudadrealeña le ha tocado la legislatura europea de la digestión del Brexit, de la pandemia y la guerra de Ucrania. Cinco años después quiere repetir y va de número doce en la lista socialista a las europeas: «Tenemos tantas cosas en las que trabajar».

¿Qué recuerda de su aterrizaje en Bruselas hace cinco años? ¿Qué le llamó la atención?

Los procedimientos, las dinámicas de trabajo son totalmente distintos a los que hay en el parlamento nacional o en los autonómicos. Hay muchísima más libertad a la hora de elegir la agenda política. Incluso hay un voto nacional. Al final uno vota en conciencia por lo que le interesa a su país. Tenemos cierto margen para salirnos de la disciplina de voto, cosa que en España parece casi pecado o tomar una iniciativa y reivindicar cosas sin que nadie te las pida, un poco por intuición o por instinto político. Para mí era nuevo, pero era superestimulante.

Maestre ha sido senadora, concejala y es la portavoz del PSOE de Castilla-La ManchaMaestre ha sido senadora, concejala y es la portavoz del PSOE de Castilla-La Mancha - Foto: Javier PozoUna de las cosas que me agradaron muchísimo era que los debates eran mucho más sosegados, de guante blanco. Encontrábamos una sensibilidad nacional que superaba las siglas políticas. Pero esto era al principio. Luego la legislatura se ha ido agriando. Los movimientos populistas y de la extrema derecha han tensionado el debate europeo.

Ese aumento de la tensión ¿se ha contagiado también entre los eurodiputados españoles?

El clima que hay en Europa es de preocupación, pero también de polarización y populismo. Hay determinadas fuerzas políticas que han entrado en el Parlamento Europeo como caballo de Troya para empezar a inocular mensajes antieuropeístas. Luego también hay más fuerzas de extrema derecha que rechazan muchos de los pilares básicos que identifican a la UE como puede ser la igualdad. 

En las últimas elecciones había mucho miedo con la entrada de los partidos euroescépticos y se consiguió salvar y que no condicionaran el Parlamento Europeo. ¿Ese riesgo sigue existiendo o podría ser mayor para estas elecciones?

En cuanto empezaron a ver lo mal que lo estaban pasando los británicos y el caos en el que se sumió el país, se acabó lo de los euroescépticos que amagaban con irse. A partir de ahí esas voces se van a acallar, pero siguen estando. Trabajan desde dentro para quitar ambiciones a los textos legislativos o las propuestas de avance social y democrático.

Entre tanto, la extrema derecha ha sido muy proactiva en frenar iniciativas de calado social y democrático. El negacionismo del Cambio Climático es un botón de muestra, pero también hemos visto cómo la extrema derecha ha votado en contra de considerar eurodelito la violencia ejercida contra las mujeres.

En los últimos tiempos parece que hay ciertos guiños a la extrema derecha de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. ¿Qué está ocurriendo?

La realidad es que hay más gobiernos donde está la extrema derecha. Eso nos hace pensar que en las próximas elecciones en el Parlamento Europeo aumentará la presencia de eurodiputados de extrema derecha. Intuyo que la presidenta de la UE lo observa y pueda intuir que pueda necesitar a la extrema derecha para fortalecer el proyecto con la soberanía del PP y por eso no quiso descartar una posible alianza.

La UE se ha caracterizado por tener un bloque muy potente en pro del proyecto europeo, que es de socialdemócratas (PSOE) y democristianos (PP). El hecho de que la presidenta de la Comisión no descarte pactar con las fuerzas de extrema derecha nos parece un punto de inflexión histórico, nuevo e improcedente. Nos preocupa mucho. El proyecto europeo podría retroceder de forma bastante seria porque la trayectoria de votación de la extrema derecha en esta legislatura ha sido votar en contra absolutamente de todo. 

Lo que nos llega de Europa viene con una imagen muy institucional: es lo que decide el Parlamento, la Comisión. Con la política nacional, en cambio, tenemos más claro qué dice el PSOE o el PP. ¿Eso hace que a los partidos tradicionales les cueste movilizar votos para las europeas?

La verdad es que sí. Nos cuesta mucho hacer llegar lo que hacemos en la UE a los ciudadanos. Se ve lejano, ocupamos pocas noticias para todo lo que hacemos. Europa condiciona la regulación de todos los países y que vaya en una línea o en otra, luego lo van a notar los ciudadanos. No ocupa el espacio suficiente en los medios porque se tira más por política nacional y otras noticias. Y nosotros en algo estaremos fallando si no llegamos a explicarle a los ciudadanos todo lo que estamos haciendo. 

En campaña decimos que nos jugamos mucho y eso suena tan manido que la gente ni siquiera presta atención. El ejemplo lo tenemos muy claro. Hace más de una década tuvimos la crisis financiera que quebró el mercado mundial. En Europa costó más de cuatro años salir de esa brutal crisis porque los señores de Bruselas que estaban al mando decidieron que había que recortar, meter la tijera, nos mandaron aquellos hombres de negro. Con la pandemia no se echó a los ciudadanos a la calle porque hubo fondos europeos que se destinaron a ayudar a las empresas e impedir los despidos. Es la diferencia de cómo se puede hacer algo bien o mal. 

O en el marco regulatorio. En Europa vamos muy por delante de los estados miembros. En muchas cosas, la UE es pionera y nos obliga a los estados miembros a ser autoexigentes en pro y beneficio de los ciudadanos y su calidad de vida.

Con las vacunas de Covid o la guerra de Ucrania se vio una gestión coordinada y una respuesta unánime. Ante las adversidades, ¿Europa se ha crecido?

Se ha fortalecido, sin duda. Al principio de la legislatura estábamos masticando la salida de Reino Unido. Con el Covid yo digo que la campaña de las europeas es facilísima porque tenemos muchas cosas importantísimas que contar. Gracias a Europa nos pusimos las vacunas a la vez que los nórdicos, los alemanes, los franceses, todos a la vez, sin distinción entre países ricos y países pobres. 

Cuando llegó los efectos de la crisis de Ucrania y empezó a amenazar Putin con el gas, empezamos a hablar de la excepción ibérica, que decían que era una locura de Pedro Sánchez y del Gobierno español, pero se convirtió en la ley de mercado energético más pionera que hemos hecho en la UE, que impide que se suba el precio de la energía o haya pobreza energética. 

Los Next Generation son una inversión histórica, pero no es darlos y ya está. Es dar dinero a los sectores afectados, pero con un cambio de modelo que nos haga más productivos y más verdes e independientes. Hemos metido un acelerón final en energías verdes y renovables que disfrutamos en Castilla-La Mancha. 

¿Qué le gustaría hacer en los próximos cinco años si sale reelegida?

Todo esto de lo que estoy hablando está todavía sin culminar. Por ejemplo, nuestro compromiso de reducción de emisiones de gases efecto invernadero. Pero no por pisar el acelerador podemos dejar a nadie en el camino, lo hemos aprendido en el sector agrario. Desde sus inicios la PAC se creó como una herramienta para asegurar el acceso a los alimentos. Había hambrunas en Europa, pero no había la suficiente producción de alimentos y ahora nos hemos dado cuenta que corremos el mismo riesgo cuando se ha cerrado el mercado de grano ucraniano o ruso. Aunque somos la mayor despensa del mundo, seguimos necesitando importaciones. 

Tenemos unas normas en Europa, que nos aplicamos autoexigencias para que los ciudadanos coman de la mejor calidad posible, pero mientras tanto de otros países nos van metiendo productos que no tienen los mismos niveles de exigencia. Por lo tanto, en la próxima legislatura va a haber un debate bastante importante sobre estas cuestiones. 

En ocasiones se han firmado acuerdos que no velaban por eso. En los últimos acuerdos comerciales que hemos tenido en la UE ya nos hemos encargado para que haya cláusulas de salvaguarda que proteja sectores específicos y estratégicos como el aceite, el queso, determinadas ganaderías. 

En derechos sociales quedan muchas cosas pendientes. Estamos hablando de regular los salarios mínimos, que haya una renta mínima que nos permita a todo ciudadano vivir de una forma digna. En materia de igualdad, vamos a seguir avanzando de forma muy intensa para no dar ni un paso atrás porque vemos que el acceso y derecho a aborto está amenazado. 

Este año agricultores de muchos países han sacado los tractores a la calle. ¿Esa transición verde está en riesgo si en cuanto hay protestas relajamos esa parte medioambiental o es que nos habíamos pasado de frenada?

El campo no está como está de la noche a la mañana por el pacto verde. Tiene una crisis estructural de siempre y por eso ha estado la PAC. Nosotros asumimos el pacto verde porque tenemos la convicción de que o paramos o nos cargamos el planeta y lo sabe el sector agrario porque lo sufre en sus propias carnes, a modo de piedras, sequías, inundaciones... 

Lo que pasa es que en el camino la Comisión Europea ponía mucho el ojo en otros sectores. Se ha apoyado a la industria del automóvil o industrias extractivas carboníferas a las que decíamos que había que hacer un plan de conversión, una transición justa, con fondos y ayudas. Con el campo no pasó porque tenía la PAC, pero estamos apostando por un cambio de modelo radical y tenía que haber habido más sensibilidad. Es necesario seguir manteniendo la ambición medioambiental, pero hay que saber que si a alguien se le pide un sacrificio, hay que compensarlo. Nunca es tarde si la dicha es buena.

Cuando escucho al PP criticar el pacto verde, señalando a una parte de la Comisión Europea, no me canso de recordar que la presidenta, la que anunció la reforma, es del PP europeo y que el comisario de Agricultura es de la familia política de Vox. 

Castilla-La Mancha ha pedido a la UE que los incentivos de despoblación se pueden aplicar por comarcas, dado que al ser por provincias por ahora solo entra Cuenca. ¿Qué posibilidades hay de conseguirlo?

El tema de la despoblación va muy despacio. Al principio había muchas esperanzas porque por primera vez la UE puso una comisaria específica que se llamaba Demografía y Democracia. Pero es verdad que durante la propia legislatura se han ido abriendo muchos frentes, el Covid, la crisis, las guerras... Yo siempre he pedido que haya una estrategia medida, comprometida. Una garantía que conseguí en uno de los informes que llevé es el compromiso de reservar en los presupuestos un mínimo para despoblación, cosa que hoy por hoy no hay. 

En los mapas de ayudas de Estado solo se contemplan Cuenca, Soria y Teruel cuando tenemos muchísimas zonas despobladas. Habría que hacerlo como en una operación con bisturí, territorio por territorio. Pero más allá de las ayudas de Estado para reducir gastos de Seguridad Social a las empresas, el Gobierno de Castilla-La Mancha ha demostrado que se puede hacer una política fiscal para atraer a la población y fijarla. Está funcionando de maravilla. Ganamos población y los ciudadanos lo notan en los bolsillos. 

Ha sido la única eurodiputada de la región estos cinco años y podría ocurrir lo mismo en la próxima legislatura. El primer castellanomanchego en la lista del PP va en el puesto 27. ¿Le gustaría tener otro compañero de la región o para la campaña electoral no les viene ni tan mal?

Toda ayuda es buena y necesaria. Suena raro. Es verdad que cuando se hacen las listas se hacen obedeciendo a muchas cuestiones. Pero una región como la nuestra, con las necesidades que tiene, con su población y dimensiones, es inexplicable que el PP en los últimos años no vaya a tener eurodiputado. El mensaje que da Madrid es que no les importa Castilla-La Mancha. Yo si fuera Paco Núñez estaría diciendo que esto qué es. Intuyo que lo ha hecho, otra cosa es que no le hayan hecho mucho caso.

¿Cómo les afecta que se conozca más a Ursula von der Leyen, que es la candidata a presidir la UE del PP europeo?

Es cierto que ella tiene más nivel de conocimiento, pero nuestro líder socialista, que es Nicolas Schmit, es un símbolo en la parte social de la UE. Ha hecho una labor magnífica en reivindicaciones de derechos como las becas remuneradas, la renta mínima y grandes logros en igualdad. 

La cara conocida es la de Ursula porque ella ha apostado por una Presidencia no tan compartida, con mucho protagonismo, en muchas ocasiones incluso con momentos de tensión entre comisarios porque ella quería acapararlo todo. También hay que decir que en el saldo final también tiene sus aristas. Ha cometido errores y uno ha sido con el campo.

En cualquier caso, los ciudadanos tienen un voto que tiene mucho que ver con la ideología y el programa político. El ciudadano de Mota del Cuervo no va a pensar si vota a Ursula von der Leyen, vota al Parlamento Europeo de una fuerza política de un lado o de otro. 

¿Cómo ven en Bruselas todo lo que ocurre en España, con tantas elecciones, adelantos, la carta de Pedro Sánchez, la crispación?

Recogiendo una expresión en inglés que me han repetido mucho: circus. Soy la coordinadora de la Comisión de Peticiones, equivalente a la portavoz, que es una comisión exclusivamente de contacto directo con los ciudadanos, pero allí iban peticiones movidas por parlamentarios nacionales o autonómicos de PP y Vox para reproducir los mismos debates que teníamos en España: que si tocaba hablar de ETA, de niños abusados en la Comunidad Valenciana porque querían ir detrás de Mónica Oltra, el catalán en las escuelas. Llegó un momento en que en la Comisión de Peticiones, en la que estamos los 27 estados miembros, dejaron de ir compañeros porque decían que era un circo español. Coordinadores de otros países nos decían que ya estaba bien de manipular.

Y luego el PP estaba muy activo en hacer campaña sucia en contra de la imagen de España. Organizó con su mayoría misiones específicas forzadas sobre investigación de fondos de recuperación económica, los Next Generation, y salieron escaldados. 

El barómetro del CIS avisa de la abstención y en el caso de Castilla-La Mancha da la victoria al PP. ¿Qué preocupa más al PSOE?

Ambas cosas son preocupantes, pero a una ya estamos acostumbrados y es a una participación baja en las europeas. En la anterior fue magnífica porque íbamos en la rueda de autonómicas y municipales. Eso fue para nosotros muy bueno y nos permitió tener un magnífico resultado en España. Las encuestas son una foto fija y lo que tenemos que hacer es convencer a los ciudadanos de que si queremos más derechos, más Europa y más proyecto social, hay que optar por el PSOE. Tendremos que hacer más esfuerzo de movilización, que es lo que siempre nos perjudica. Si estas elecciones tienen menos movilización, los más perjudicados somos los socialistas. Tenemos que ganar, no las encuestas, sino las urnas.