Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Thomas More

28/06/2023

Seguramente le conocen más por la versión castellanizada de su nombre. Tomás Moro. O santo Tomás Moro para la Iglesia Católica. Tal vez hayan leído alguno de sus textos, como la singular Utopía, una de las obras políticas más sugerentes del Humanismo renacentista. O se han acercado a su vida a través de la extraordinaria adaptación al cine de la obra teatral de Robert Bolt, A man for All Seasons, Un hombre para la eternidad, que nos narra el drama vivido por su protagonista, ante la encrucijada de actuar siguiendo su conciencia o acatar la voluntad de un monarca, Enrique VIII de Inglaterra, al que había servido como canciller, tras romper éste con el papa y convertirse en Cabeza de la Iglesia de Inglaterra, al negarse el pontífice a concederle el divorcio con Catalina de Aragón.
Moro fue un gran humanista, hombre típico del Renacimiento, que amalgamó en su vida las facetas de pensador, teólogo, escritor y político. Poeta, traductor, considerado como «el fundador de la literatura inglesa moderna», obtuvo el cargo de Lord canciller de Inglaterra, al que renunció en 1532. Tras negarse a jurar el Acta de Supremacía, con el que la Iglesia inglesa se separaba del papado, quedando bajo la autoridad real, fue encarcelado en la Torre de Londres y decapitado el 6 de julio de 1535.
Vuelvo estos días a leer la edición de las cartas que escribió durante los catorce meses de confinamiento, dirigidas a su familia, publicadas por la editorial Rialp en 1988, y que ha sido la primera versión española de las mismas. En ellas, junto a noticias personales, vemos el desgarro de su alma, la protesta ante las actitudes políticas, morales y religiosas que le condujeron a la prisión, y, sobre todo, la fidelidad insobornable a su conciencia.
Me impresiona el contraste entre la integridad y coherencia de un político que supo renunciar a una carrera brillante por ser fiel a sí mismo, sabiendo que eso le llevaría a la muerte, y lo que observo en el panorama político español. Estamos acercándonos a unas elecciones en las que parece que todo va a valer, ya sean insultos, mentiras o deshumanización del contrario. Vivimos una preocupante, peligrosa e inaceptable degradación política. Como ciudadanos somos también responsables, porque con demasiada frecuencia toleramos actitudes, comportamientos, situaciones que consideramos inaceptables cuando se dan en los que piensan distinto, pero justificamos cuando lo hacen 'los nuestros'. Hemos permitido que arribistas, ignorantes, ambiciosos de toda ralea se conviertan en representantes públicos. Hemos dejado que gente sin oficio ni beneficio se perpetúe en cargos, sinecuras, instituciones, haciendo de la política una forma de vida lucrativa, en la que se olvida que el Bien Común debería ser la única, suprema, norma de actuación. La Res publica española precisa de hombres y mujeres honestos, íntegros, consecuentes con su conciencia, servidores de la ciudadanía más que de intereses partidistas.
Necesitamos más gente como Tomás Moro.