"La protección de las leyes no acaba con la discriminación"

M.G
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La coordinadora psicosocial del colectivo Kif kif, Khadija Afkir, ofrece una ponencia sobre «las fronteras físicas, legales y estereotipadas» de la ciudad respecto a la población migrante en el I Foro Internacional de Migraciones y Convivencia

Una barrera... Otra más... Las fronteras se levantan para las personas inmigrantes en las ciudades a pesar del trabajo intenso de los expertos en el ámbito social, del esfuerzo de las administraciones y de los avances hacia la interculturalidad. Lo sabe bien Khadija Afkir, coordinadora psicosocial de Kif kif, la Asociación de personas migrantes y refugiadas LGTBI de la comunidad de Madrid, integrante del colectivo y empleada en el mismo desde hace diez años.

La activista inauguró ayer el segundo día del I Foro Internacional de Migraciones y Convivencia Ciudadana ‘Toledo Cultura de Paz’ con la ponencia ‘Diversidad sin fronteras internas y externas’, en la que ofreció un breve recorrido por la situación actual de Madrid, una gran urbe «multicultural» y las dificultades que se encuentra la población inmigrante para establecerse por falta de empleo y de residencia, por las barreras que todavía siguen en pie en relación a la diversidad sexual a pesar de que los marcos regulatorios vayan por delante, garanticen la igualdad y eviten la ‘lgtbifofia’.

Afkir reconoció ayer que los recién llegados se encuentran «con fronteras físicas, legales y estereotipadas» que exigen mucha sensibilización, el trabajo constante de los colectivos implicados en la integración social y el compromiso de las administraciones.  La coordinadora psicosocial de esta ONG explicó ayer que la primera frontera que se encuentra la persona recién llegada es la frontera física «de acceso» por falta de residencia y de trabajo, una problemática compleja que invita a preguntarse:«¿Cómo consigues residencia si necesitas un trabajo? ¿Cómo consigues trabajo si necesitas residencia?».

Una vez rebasada la frontera, el siguiente paso consiste en distintos trámites administrativos, como el empadronamiento, requisitos que ayudan a continuar avanzando hacia la pertenencia a la ciudad. Afkir echó mano también de la legislación y sus efectos positivos en la población migrante, aunque la protección de las leyes no acaba con la discriminación. «En algunos países, a pesar de la legislación, existe lgtbifobia». En este caso, puso de manifiesto lo que ocurre en Brasil, «que ha legalizado el matrimonio homosexual y la adopción, pero es el país del mundo con más asesinatos de personas trans».

La segunda barrera más complicada es la laboral, ya que la falta de empleo provoca «un decremento de la calidad de vida» del recién llegado. Afkir subrayó también «la estigmatización y los estereotipos» a los que se suele enfrentar, que conlleva riesgos que pueden llegar a derivar en guetos.

En su opinión, «las ciudades son excluyentes» y levantan un número de fronteras en función de la cantidad de interacciones que acumule la persona inmigrante. «Ser migrante, mujer y lesbiana, por ejemplo» puede generar una mayor discriminación.

Afkir apuntó también la necesidad de avanzar hacia «la inclusión real» y en este camino las administraciones tienen que comprometerse «a tomarse la diversidad» como situaciones individuales». Por tanto, la activista dejó claro su mensaje:«Todo el mundo tiene algo que aportar». Por eso, considera que hay que acabar con la discriminación. Y como prueba la ponente comentó que ella misma, a pesar de vivir en Madrid siempre y de disfrutar de una nómina, tiene problemas a la hora de encontrar un piso de alquiler en Madrid por su nombre y apellidos:Khadija Afkir.