El primer gran periódico toledano

-

El Tajo hizo su aparición el 10 de febrero de 1866, hace exactamente ciento cincuenta años. Fue fundado por Antonio Martín Gamero. Se publicaba de manera decimal, es decir, aproximadamente cada diez días (el diez, el veinte y el último de cada mes)

 A. de Mingo | TOLEDO

ademingo@diariolatribuna.com

El día 10 de febrero de 1866, hace exactamente ciento cincuenta años, apareció el primer ejemplar de El Tajo, el primer gran periódico publicado en la ciudad de Toledo. Fundado por el historiador, escritor y periodista Antonio Martín-Gamero y González (1823-1874), a quien está dedicada una de las calles más céntricas y comerciales del Casco histórico, El Tajo destacó por su sólida organización de contenidos -abierta a Talavera de la Reina y al resto de la provincia a través de una pequeña red de colaboradores y corresponsales-, por mantener un relativo equilibrio entre los contenidos informativos y los literarios, y por concentrar entre sus páginas a buena parte de la élite cultural toledana del siglo XIX, incluidos Sixto Ramón Parro, Nicolás Magán, Abdón de Paz y el talaverano Luis Jiménez de la Llave.

A pesar de su breve andadura, de apenas dos años y medio -fue publicado entre el 10 de febrero de 1866 y el 27 de junio de 1868-, este periódico es una fuente de especial importancia para conocer los momentos centrales del siglo XIX, estudiados por especialistas como José Pedro Muñoz Herrera y Rafael del Cerro Malagón, por no hablar del principal conocedor de la prensa histórica toledana, Isidro Sánchez Sánchez, que dirigió el Centro de Estudios de Castilla-La Mancha. Hemos agrupado en bloques temáticos, bajo estas líneas, algunos de sus contenidos, imprescindibles para contextualizar la construcción de la plaza de toros, las iniciativas decimonónicas para rendir homenaje a los toledanos ilustres, la instalación de fuentes públicas y los primeros pasos para la edificación del Teatro de Rojas y la reconstrucción del Alcázar tras pasar a depender del Ministerio de la Guerra.

El Tajo era editado por Julián López Fando y Acosta, hijo de Severiano López Fando -responsable de la Historia de la ciudad de Toledo, del propio Martín Gamero (1862), y de Toledo en la mano, de Sixto Ramón Parro (1857)-, y tenía una frecuencia de publicación decimal (tres ejemplares al mes, los días diez, veinte y último de cada uno). Ese, precisamente, era su subtítulo: «Crónica decimal de la provincia de Toledo».

Apenas tenía publicidad, algo que sus responsables lamentaban ya desde el primer número -en donde ofrecían un espacio gratuito a sus suscriptores- y que sin duda aceleró su final debido a dificultades económicas: «No hemos podido explicarnos jamás la repugnancia que en esta ciudad y en la provincia se tiene generalmente a los anuncios. Pocos son los comerciantes e industriales que publican sus géneros y los frutos de su trabajo, cual si la publicidad fuera un obstáculo para la venta, o se rebajase el mérito y valor de aquéllos circulando sus nombres y dando a conocer los puntos de producción, los precios corrientes de ciertos artículos y las necesidades del consumo».

Tras un primer año publicado sin variantes significativas, estabilizada su paginación en ocho páginas, el periódico introdujo algunos cambios el 6 de enero de 1867. Pasó a editarse a tres columnas e incorporó nuevas secciones fijas, como el santoral, pasatiempos y un abundante espacio para novelas por entregas cuyo fin no parece más que el de atraer a nuevos lectores. Uno de los principales colaboradores fue el toledano de Polán Abdón de Paz (1840-1899), otro escritor del siglo XIX que apenas es recordado pese a tener dedicada también una plaza con su nombre.

Bloques de contenidos

Información política, económica y agrícola

Las páginas de apertura de cada ejemplar estaban dedicadas a los grandes temas políticos y económicos, desde la situación de la Real Hacienda hasta el estado de la agricultura, pasando por medidas para la prevención del cólera, las desamortizaciones y la industria pecuaria, entre otros. Los primeros años de la Guerra del Pacífico, que enfrentó a España contra Chile y Perú, son la principal referencia internacional; por el contrario, también se hablaba de temas locales, como las cargas municipales y las plagas de langosta.

Obras públicas

La instalación de fuentes públicas era uno de los temas de mayor interés para los lectores toledanos de mediados del siglo XIX. El Tajo se hico eco de nuevas vías de agua, así como de las acometidas necesarias para conducir el agua desde La Pozuela en casos como la Plaza de los Postes (Amador de los Ríos), San Justo y Santa Leocadia, entre otros. La construcción de la nueva plaza de toros y los pasos para la edificación del futuro Teatro de Rojas también aparecen en estas páginas, entre información provincial relacionada con nuevas conexiones ferroviarias o la instalación de pararrayos en la Catedral y el Ayuntamiento. En 1866 comenzó a extenderse la instalación del gasómetro para el alumbrado, incluidos los primeros accidentes, como uno que se registró en un almacén de la Cuesta del Alcázar en noviembre del año siguiente, afortunadamente sin víctimas. Otra infraestructura mencionada es la futura construcción de «un matadero que parece habrá de levantarse donde se divisan hoy las ruinas del que fue convento de Agustinos Calzados, a la entrada de la ciudad por el Puente de San Martín», obra que no se haría realidad hasta finales del siglo. Por último, son varias páginas las ocupadas a partir de diciembre de 1866 a algunos proyectos que, «si llegaran a emprenderse, cambiarían la faz de Toledo», como en efecto así fue: la reconstrucción de San Juan de los Reyes y el Alcázar, que pasó a depender del Ministerio de la Guerra.

Actualidad y partes oficiales

La Feria Anual celebrada en el Hospital Tavera del 15 al 22 de agosto de 1866 -en la que fueron presentados todo tipo de productos industriales y agrícolas, desde las cervezas y gaseosas de limón de Mariano Heredero hasta el Quijote escrito en papel de fumar de Agustín Rodríguez Mota- fue uno de los acontecimientos a los que el periódico dedicó mayor atención. Otras informaciones de actualidad, por poner algunos ejemplos, fueron la llegada de serenos al barrio de las Covachuelas, la periódica renovación de los gobernadores civiles y militares, y el arranque del curso académico en el Instituto. El Tajo dedicó también su atención a los espectáculos teatrales y los bailes de máscaras, los sermones eclesiásticos y las necrológicas. Asimismo, se mantuvo atento a las visitas institucionales, como la que realizó en febrero de 1866 quien después sería presidente de la República, Emilio Castelar. Por último, cabe destacar dentro de este apartado los partes oficiales que solían ser incluidos entre sus páginas sobre diversos asuntos de interés nacional.

Patrimonio artístico y arqueológico

La cultura, promovida de manera activa, fue uno de los puntos fuertes de esta publicación, comenzando por el gran interés en costear la instalación de estatuas dedicadas a las personalidades más ilustres de la historia de la ciudad, como Alfonso X el Sabio y Juan de Padilla (iniciativa en la que consiguieron implicar a diversos municipios del entorno de la ciudad y que finalmente no llegaría a puerto). El Tajo, en apenas dos años, fue testigo de las actividades de la Comisión de Monumentos, de la creación del Círculo de Artistas e Industriales (antecedente del Casino) y de su instalación en la llamada Fonda de Caballeros, en la Plaza de San Vicente; de la amenaza de demolición del Colegio de Infantes, de la aparición de tesorillos de monedas en las obras del paseo del Tránsito y de la restauración de la inscripción gótica dedicada a los «Nobles, discretos varones» del Ayuntamiento.

Divulgación cultural

Paralelamente, ilustres colaboradores como Sixto Ramón Parro y Nicolás Magán, aparte del propio Martín-Gamero, contribuyeron a difundir tradiciones y personajes históricos, desde la familia de los Albornoces hasta Alonso de Horozco, Hernando de Talavera y Juan Guas, pasando por sus crónicas sobre la Semana Santa toledana. Estos testimonios suelen ocupar los espacios finales del periódico.

Sucesos

Las lluvias torrenciales a comienzos del verano de 1866 trajeron consigo la crecida del Tajo y varios casos de ahogamiento, como el de la lavandera Dámasa Rodas, que cayó al agua a la altura del arroyo de la Cabeza y cuyo cadáver apareció en la compuerta de una presa poco después. También perecieron el barbero Antonio Jiménez, que padecía enajenación mental, y el estudiante vasco Hermenegildo Carrera, de visita en casa de su tío, capitán de Infantería. «Crimen horroroso» era el títular con el que se presentaba ante los lectores el macabro hallazgo de un cuerpo sin cabeza encontrado en el río. Eran relativamente habituales los infanticidios, como el caso de un bebé ahogado o el hallazgo del cuerpo semienterrado de un feto en Pozuela. Los sucesos en los municipios de la provincia no se quedaban atrás, como un robo sacrílego en Cobeja, la detención de falsificadores de moneda en La Guardia o un asalto en Ventas con Peña Aguilera que dio como resultado la muerte de un sargento de la Guardia Civil y que se saldaría con el suicidio en prisión de uno de los detenidos y varias condenas a garrote vil. La estadística criminal correspondiente al año 1866 (a la que hay que sumar los casos pendientes del año anterior) recogió 169 casos, de los cuales 64 fueron delitos contra las personas (con tres homicidios), 61 contra la propiedad, once por muertes casuales y 33 por delitos de menor entidad.

Novelas y folletines

La renovación del periódico a partir del primer número de 1867 traería consigo una mayor presencia literaria. La sección ‘Mosaico científico y literario’ competirá a partir de entonces con novelas por entregas, de las cuales la primera y más extensa fue Las dos noches, que el granadino Torcuato Tárrago y Mateos (1822-1889), uno de los principales representantes del género en la España de mediados del siglo XIX, dedicó a Martín-Gamero. Más breves serán varios relatos del polaneco Abdón de Paz (1840-1899), como El arpa de David, Halewa (Leyenda árabe) y La mano del diablo (Historia toledana del siglo XVII), y de Sebastián López de Cristóbal (Una cruz en Toledo).