Estos últimos tiempos están descubriendo de forma descarnada lo que, para los políticos, y en este caso de manera precisa y directa al PSOE, significan estas cuatro palabras y dos binomios que empiezan por la misma letra, principios y patria versus poder y partido y cuál es el hegemónico y determinante. El único dios verdadero.
¿Hace falta que se lo diga? Creo que no, lo primero importa una mierda cuando está en juego lo segundo.
Principios y patria, o sea convicciones y bien común se declaman mucho, se prometen, juran y perjuran y no se caen de la boca hasta que llega el momento en que asoma las orejas el lobo, o sea la pérdida de poder y el interés del partido y de cada cual y cada uno.
Es entonces cuando intentando ocultarlo, mintiendo de la manera más grosera, tomándonos por imbéciles (y a fe que lo somos a tenor de los hechos) o ya, como empieza a ser ahora el caso, con toda desvergüenza y a calzón quitado, aparece nítidamente, negro sobre blanco, lo que son y lo que en realidad les mueve. Su fe y razón de vida.
Por resumirlo, que su patria es su partido y su principio esencial el no soltar la ubre del poder, aunque para seguir aferrado a ella haya que cometer la peor de las traiciones y la más miserable de las infamias.
Que es lo que está pasando.
Porque creo que a estas alturas ya no hay máscara que valga. Se engañan quienes quieren engañarse y quienes perpetran el engaño son los primeros, sin necesidad siquiera de hemeroteca porque se desgañitaban proclamando lo contrario ayer mismo, conscientes de lo burdo de su mentira, pero muy tranquilos también, pues saben que se la van a comprar este lo podrida que quiera y hasta con entusiasmo incluso. Y quienes no, se callan, o como mucho hacen una 'declaración', un pellizquito, reculan luego y acaban justificándolo.
Que es lo que ha venido a hacer Emiliano García Page, que tras poner el escudo talismán de que la mala es la derecha, y no se va a dejar enredar por ellos y dar, sino por bueno, si por 'necesario', el 'besapiés' a los bilduetarras y los separatistas entregándoles como ofrenda la soberanía y dignidad del pueblo español y sus instituciones democráticas.
Siento muchísimo decirlo, de veras y de corazón, pero sus proclamas empiezan a ser tan hueras como las de su jefe. Porque está claro que lo es y no se atreve, a la hora de la verdad, a plantarle cara y cuando llega el momento de los hechos, se borra. Puedo, no se crean que no, hasta llegar a comprender la difícil y solitaria situación en que se encuentra, pero hay momentos en que hay que dejarse de cálculos y lo dicho ha de ser refrendado por hechos o no vale ya nada.
No quiero meterlo en el mismo saco que los urdidores y ejecutores, no sería justo, pero es difícil el sacarlo de esa parva que comparte y que al igual que para sus correligionarios, la sigla es la peana, el poder, el santo y la patria, el partido y el cargo.