Mutilación y muerte de un rosal monumental y símbolo vegetal

Enrique García Gómez*
-

Se trata del Rosal de Trinidad, al que vivía -sus restos aún perduran- junto a la puerta del número 8 de la calle Trinidad. Una brutal poda realizada en 2021 es la causa de su muerte.

Foto del rosal realizada el 13 de abril de 2014. - Foto: Enrique García Gómez

Había en Toledo un rosal que era monumental. Un rosal que era único, extraordinario, que él por sí solo era capaz de dotar de vida a un gran espacio pavimentado. Impregnaba de verde toda una calle, una de las más frecuentadas del casco histórico toledano. Cuando florecía era pura belleza y sobresalía entre el entorno monumental.

Se dice que el más grande de su especie está en Arizona (Tombstone), con una circunferencia en el tronco de un metro y medio y una copa que, a modo de emparrado, cubre una superficie de 429 metros cuadrados. Nuestro rosal, aunque grande, nunca podrá llegar a esas dimensiones, no se lo hemos permitido.

Nos referimos al Rosal de Trinidad, al que vivía -sus restos aún perduran- junto a la puerta del número 8 de la calle Trinidad, en lo que hoy es la Delegación Provincial de Hacienda y Administraciones Públicas de Toledo. 

La poda mortal se realizó el 5 de enero de 2021. La poda mortal se realizó el 5 de enero de 2021.

Era un rosal raro, antiguo, utilizado sobre todo en los jardines palaciegos durante el siglo XIX, y que hoy día no se suele plantar porque posee una única floración cada temporada. No tiene espinas, salvo excepciones, por lo que es confundido habitualmente con un jazmín. 

No era un rosal cualquiera.

Era un rosal trepador, conocido como rosal de pitiminí por unos, como rosal chino por otros y como rosal de Bankspor los más avezados en botánica. Su nombre científico, por si fuese de ayuda, es Rosa banksiae. De pitiminí por sus flores menudas y con numerosos pétalos, chino por su procedencia -pues es una planta originaria de la zona central y occidental de China- y de Banks porque este era el apellido de quien propició su introducción en Europa. Es tan poco habitual, tan rara su presencia, que no hay un nombre común consensuado o de amplio reconocimientopara referirse a él.

Rosal ya muerto en 3 de julio de 2021. Rosal ya muerto en 3 de julio de 2021. - Foto: Enrique García Gómez

No era un rosal cualquiera.

El mayor y más grande de la ciudad tuvo su esplendor, durante años, en la fachada de lo que en su momento fueel palacio de los condes de Oñate, junto a una destacada portada que ofrece elementos originales de la arquitectura toledana del siglo XVI.

Se trataría de un ejemplar casi septuagenario. Existen fotos suyas de los años sesenta del siglo XX, y para llegar a ese porte tienen que pasar unos cuantos años. 

El rosal el 7 de abril de 1999. El rosal el 7 de abril de 1999. - Foto: Enrique García Gómez

En enero de 2021 nos escandalizábamos por el atentado al patrimonio toledano producido por la mutilación inexplicable -a la que todavía hoy no se le ha puesto autor- del Taray de Safont. En aquel momento Toledo perdió a uno de sus monumentos vegetales más importantes. Por cierto, incluido posteriormente en la Lista Roja del Patrimonio de la asociación Hispania Nostra.

Pues bien, un par de semanas antes del suceso anterior se cometió otra tropelía semejante, una tropelía que no dio la cara hasta meses después, cuando debería haber aprovechado la bonanza primaveral para brotar. En la víspera de la festividad de Reyes de 2021 el personal encargado del cuidado y adecentamiento del rosal realizó una poda tan brusca y desmesurada que provocó la muerte inmediata del vegetal. El tronco viejo y resquebrajado, bonito por los años que atesoraba, por las arrugas fruto del paso del tiempo, no tenía yemas vivas capaces de reaccionar ante la eliminación de toda la copa provocada por la brutal poda. Todo el ramaje vivo, joven y vigoroso desapareció de un plumazo.

Cabe destacar que los manuales de jardinería insisten en que la poda de los rosales de Banks, cuando se lleve a cabo, debe ser suave.

El rosal en 1967 aproximadamente. El rosal en 1967 aproximadamente. - Foto: Marc Flament. Blog Toledo Olvidado

Otra vez más, en una ciudad que nunca se ha caracterizado por su buena masa arbórea o vegetal de la trama urbana, nos permitimos el lujo de eliminar a alguno de los mejores representantes de ese patrimonio vivo que debemos proteger. 

La importancia de este rosal trepador no solo se manifiestaahora que ha desaparecido, pues ya se resaltó hace quince años en el libro 'Plantas singulares de la ciudad de Toledo', , publicado en 2007, donde se destacaba como uno de los elementos vegetales patrimoniales más importantes de Toledo.

En el caso del Taray de Safont fueron unos desaprensivos, sin orden expresa para llevar a cabo tal acción. En el caso del Rosal de Trinidad fueron trabajadores a los que se les había encomendado la labor de rebajar el volumen del ejemplar. Dos orígenes distintos para dos finales iguales. Un enero negro, pues un par de días después de hacer esta faena nos visitó Filomena con las consecuencias que conocemos.

El rosal en el inicio de la década de los sesenta. El rosal en el inicio de la década de los sesenta. - Foto: Blog Toledo Olvidado.

Estos rosales pueden ser blancos o amarillos pálidos: el nuestro era de estos últimos. Poco tiene que ver con el resto de rosales: es trepador; de hojas perennes; prácticamente no tiene ninguna espina; florece una sola vez al año, al principio de la primavera, antes que el resto; sus flores son pequeñas, de poco más de dos centímetros de diámetro, con decenas de pétalos y agrupadas en ramilletes compactos que, además, son aromáticas. En definitiva, una planta irresistible, de la que es imposible no enamorarse. 

Es el rosal que da la bienvenida al mes de abril. En 2021 la calle Trinidad se quedó huérfana de su hermano de celulosa. Su ausencia se hizo más patente en momentos de dureza sanitaria. Su manto dorado y su lluvia de fragancias no aparecieron durante los momentos en que salir a la calle era algo casi prohibitivo. Su falta de presencia en una calle dura por el pavimento y los edificios era un golpe anímico para aquellos que disfrutaban de su visión durante las semanas de floración, cuando la tristeza se apoderaba de la sociedad.

Muchas veces se ha instado al Ayuntamiento toledano a la creación del catálogo de árboles y arbustos monumentales de la ciudad, desde iniciativas personales, desde grupos políticos y desde la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. No es una cuestión de capricho, es una herramienta de gestión. Los edificios arquitectónicos tienen diferente consideración cuando están declarados monumentos, Bien de Interés Cultural o si de una casucha sin valor se tratase, y su cuidado, tratamiento e intervención es muy diferente según suconsideración o nivel de protección. En el caso de los vegetales, que no olvidemos que son patrimonio colectivo, supondría algo semejante. ¿Se imagina alguien que el primer aficionado a las plantas que apareciese se encargase de podar o tratar sanitariamente al roble de Guernica o al ciprés del monasterio de Silos? Son seres tan únicos, tan frágiles, tan escasos y tan destacables que no pueden ser gestionados y manipulados de igual manera que los miles de metros lineales de aligustre que existen en cualquier lugar. Necesitan de un cuidado especial, y por lo tanto deben ser tratados por especialistas, por personas formadas y experimentadas en el cuidado de ejemplares singulares.

No era un rosal cualquiera.

En el artículo que apareció en La Tribuna de Toledo el 24 de enero de 2021, en el que se hablaba acerca del Taray de Safont, decíamos: «este episodio debe ser el final de este triste periodo de castigo y odio hace el árbol en Toledo». Pues bien, parece que, por diferentes circunstancias, ese periodo continúa. 

Pocos, muy pocos ejemplares de estos rosales trepadores nos quedan en la ciudad que puedan ser admirados por la ciudadanía. Uno de los mayores que existen, aunque nada tiene que ver en edad con el desaparecido, está en el jardín de San Lucas. Aprovechen y vayan a visitarlo, disfrutarán de su belleza y entenderán mejor la lástima y la rabia por el desaparecido en la Trinidad.

(*) Enrique García Gómez es doctor en Medio Ambiente, vicedecano del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales y Académico numerario de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.