El consumo de fentanilo y otros opiáceos está provocando la peor crisis de drogas de la historia de Estados Unidos y llega ya a todos sus rincones. Los datos son contundentes: más de 1.500 personas mueren a la semana por consumir opiáceos, la principal causa de sobredosis mortal.
El fentanilo, un potente opiáceo sintético, ha ganado notoriedad durante los últimos años, especialmente a raíz de la pandemia de coronavirus.
Desde el año 2000, más de medio millón de personas han muerto de sobredosis, la mayoría por el consumo de este tipo de droga, según datos del Centro Nacional de Estadísticas de Salud.
En 2021, en plena pandemia de COVID-19, el país registró una cifra récord de sobredosis, con más de 100.000 muertos en solo un año, dos tercios de ellas relacionadas con el fentanilo. Son 21,6 muertes por cada 100.000 habitantes.
Los expertos coinciden en que el problema se remonta a la alta prescripción de estos productos para hacer frente al dolor crónico, una situación que se ha exacerbado ante la irrupción de carteles y redes de tráfico ilegal de drogas, que han inundado el mercado negro con grandes flujos de la llamada heroína barata y opiáceos sintéticos.
Los opiáceos se dividen fundamentalmente en dos categorías: medicamentos fabricados legalmente y narcóticos ilícitos procedentes principalmente de terceros países. Los medicamentos como la oxicodona, la morfina y el fentanilo son a menudo recetados para tratar el dolor agudo, mientras que la metadona es utilizada en procesos de rehabilitación de personas con adicción.
Primera ola
Los opiáceos ganaron popularidad entre los médicos en los 90 para tratar a pacientes que se habían sometido a cirugía o padecían cáncer, unos tratamientos impulsados por farmacéuticas como Purdue, que comenzaron a introducir medicamentos como el Oxycontin en el mercado. Y en la década de los 2000 los médicos comenzaron a recetarlos para tratar afecciones crónicas, como dolor de espalda o articulaciones, a pesar de las preocupaciones sobre su seguridad y eficacia.
La primera ola de la crisis, que derribó en gran medida la barrera racial, llegó así ante una falta de control sobre el uso de estos medicamentos debido a la autonomía con la que contaban las clínicas privadas para prescribirlos, a lo que se sumaba la insuficiente regulación y coordinación del sistema.
Este aumento de las prescripciones se vio influido por las garantías dadas a los médicos por las empresas farmacéuticas, que aseguraban que el riesgo de adicción era bajo. En 1999, el 86 por ciento de los pacientes que utilizaban opiáceos lo hacían para el dolor no relacionado con el cáncer y las comunidades en las que los opiáceos eran fácilmente accesibles y se prescribían con facilidad fueron las primeras en experimentar un consumo abusivo.
Cuando las primeras medidas puestas en marcha para frenar esta ola empezaron a surtir efecto, la heroína volvió a ganar terreno dada su disponibilidad y potencia como sustituto de medicamentos como la oxicodona.
Las muertes por sobredosis relacionadas con la heroína aumentaron entonces un 286 por ciento entre 2002 y 2013 a medida que los adictos buscaban alternativas. El 80 por ciento de los consumidores admitieron haber consumido previamente opiáceos.
En 2016 se produjo un significativo aumento de estos casos, con más de 20.000 muertes por fentanilo y drogas similares, según cifras de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), después de que el opiáceo sintético comenzara a ganar terreno de mano del narcotráfico chino.
Los intentos por cambiar las pautas de prescripción de estos medicamentos se han topado con la intervención indirecta de la industria farmacéutica a través de grupos de presión. Investigadores de dos universidades descubrieron que la oposición a las directrices de los CDC era significativamente más común entre las organizaciones que recibían financiación de los fabricantes de opiáceos.
Mientras, la Comisión de Seguridad Nacional y Asuntos Gubernamentales del Senado detalló que existían vínculos financieros entre los fabricantes, los grupos de defensa y las asociaciones médicas profesionales. Dicha comisión informó de que tanto los grupos de defensa de los pacientes como las asociaciones de médicos han estado invirtiendo millones de dólares en promover mensajes y políticas que favorecen la venta de estos medicamentos y los intereses de la industria farmacéutica.
China y México
La situación ha llevado a las autoridades estadounidenses a exigir medidas a China y México, principales implicados en el tráfico ilegal.
Gran parte de la heroína que llega a Estados Unidos es cultivada en México y entra en el país a través de los pasos fronterizos con ayuda de ciudadanos estadounidenses. Además, México ha pasado a sustituir así a China como principal país exportador de fentanilo después de que las autoridades del gigante asiático, comenzaran a tomar medidas a pesar de lo cual sigue siendo el principal productor de los ingredientes para su fabricación.