Editorial

Las consecuencias letales de llevar la contraria a un caudillo imperialista

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De tildar a alguien de traidor a la patria a terminar con su vida y la de sus colaboradores más cercanos no hay por lo visto más que un paso. O apenas dos meses de diferencia. Los investigadores del suceso del avión que se estrelló el miércoles y en el que murieron el jefe del grupo de mercenarios Wagner, Evgeny Prigozhin, además de su fundador y otros destacados miembros de la cúpula, entre ellos el número dos, barajan la posibilidad de que hubiese un explosivo en el tren de aterrizaje. Sin confirmación oficial de esta hipótesis y sin explicaciones del Kremlin, se disparan las versiones, que van desde un ataque terrorista a un error humano, pasando por un misil enemigo, en alusión a Ucrania o a la propia Rusia. No obstante, lo último que apuntan los investigadores parece factible, ya que en la explosión durante el vuelo, se habría desprendido el ala, chocando con el estabilizador y provocando un ascenso brusco y la posterior caída en picado. De haber sido así, la explosión y la despresurización habría dejado inconscientes a los pasajeros y a la tripulación y eso habría impedido que esta informase de la emergencia.

Si finalmente se comprueba la veracidad de esta versión o si, por el contrario, los expertos del comité de investigación la descartan y le dan mayor chance a la del ataque con un misil, tocará averiguar el origen, es decir, la procedencia de la orden de ejecutar a Prigozhin y sus mercenarios. Va a ser francamente complicado determinar este extremo, aunque en estos momentos todo apunta hacia Vladimir Putin, en una venganza no solo definitiva, sino también ejemplarizante para cualquier tentación de disidencia.

A un mandatario como el ruso, que a medida que pasa el tiempo y el conflicto de Ucrania sigue enquistado, le es más difícil demostrar la fortaleza de la madre patria y atraer a su entorno nuevos amigos o aliados, tuvo que dolerle en lo más profundo que el jefe de Wagner le plantara cara hace dos meses y llegara a marchar sobre Moscú. Y sabido es, porque la Historia nos ha dejado unos cuantos ejemplos, que cuando a un caudillo absolutista, déspota y con vocación imperialista, se le pisa el callo, lo último que hace es perdonar la ofensa.

Cierto es que llevaba años sirviéndose de Prigozhin y sus mercenarios para hacer el trabajo sucio en el conflicto de Ucrania y en otras campañas para recuperar territorios y anexionarse otros nuevos o ampliar su poder en algunos países africanos, pero ante un conato de rebelión, no hay amistades que valgan ni servicios meritorios. Podría aplicarse al presidente ruso lo de 'antes muerta que sencilla', en el sentido de preferir quedarse sin un ejército valioso antes que arriesgarse a nuevas contestaciones y ver resquebrajado su poder en el exterior. Aunque esto es solo una hipótesis.