Carlos Rodrigo

Entre columnas

Carlos Rodrigo


Cuando el silencio es la respuesta

15/01/2024

A muchos llamó la atención que se pitara en el estadio de Riad a Toni Kroos y a Franz Beckenbauer.
Lo de Kroos viene de su crítica al modelo de fútbol basado sobre el dinero; le parece vergonzoso que futbolistas, en el auge de su carrera y competitividad, no luchen por triunfar en Europa, optando por el dinero fácil de Arabia. 
Supongo que Kroos parte de la idea, obviamente ventajista al representar él mismo un caso de éxito, romántica del fútbol en el que el juego prima, de búsqueda de excelencia, glorias deportivas, patatín, patatán. 
Quizá si hubiera sido un jornalero de la gloria, tuviera que alimentar a su familia y no le contrataran habría fichado por un club árabe… o no, fiel a sus ideas hubiera colgado las botas para irse a currar a la Mercedes de operario. Nunca lo sabremos. 
Los árabes se ofenden y pitan; ellos montan su negocio como quieren y si te cuadra vas y si no vendrá otro. ¿Cuántos ingenieros emigran de España a Dubai, porque no son contratados en suelo patrio, por muy acendrados y liberales que sean sus valores?, el petrodólar manda. El dinero es un dios que nos ofende y rendimos culto por igual. Es lo que hay, esos pitos son tolerables a nuestra mentalidad eurolaicojudeocristiana.
Lo de Beckenbauer nos toca más. ¿Por qué chiflar a un señor que acaba de fallecer? Dicen que Beckenbauer sostenía posturas parecidas a las de Kroos. Aun así, nos sigue pesando que no se respete su memoria con el silencio. Eso de pitar a un muerto nos resulta obsceno. ¿No criticar a los muertos es una forma de hipocresía? 
No sé si recuerdan ese partido Australia Arabia Saudí, tras el atentado de los trenes de Londres, aquel minuto de silencio en el que los jugadores aussies formaban piña abrazados mientras la mayoría de los sauditas seguía calentando… no pitaban, pero nos sublevaba, a mí íntimamente me dolía y faltaba al respeto, que no estuvieran quietos y callados.
En nuestro contexto, laico y religioso, el silencio y la compostura, el comedimiento y mesura, nos resultan innegociables y su vulneración insoportable. Las formas son muy importantes porque son la sonrisa y el hall de invitados de nuestro fondo. 
Solo desde el silencio podemos construir templos de entendimiento. Esto es común a casi todo humano, más allá de impostadas tretas culturales. 
El silencio resulta incorruptible, desde ese vacío inmóvil avanzamos. Lao Tse dice que si el momento es propicio habla, si no calla. El hinduismo subordina la palabra primordial al silencio. Buda aconseja practicar el noble silencio, abstenerse de discusiones y conversaciones vanas. Nosotros mismos no concebimos una buena conversación sin un buen silencio. El judaísmo utiliza esta hermosa expresión: el ayuno de palabras. Nuestro quizá mejor poeta, San Juan de la Cruz, sostiene que nuestra tarea más importante consiste en permanecer en silencio…  
Ya no molesto más. Me callo. Sean libres de pitarme, si puede ser, tras un minuto de silencio.