«Hay un riesgo de que el sector primario no sea sostenible»

M. Espadas
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Nacido en 2003, el Ateneo Rural de Castilla-La Mancha se llegó a convertir en uno de los foros de mayor referencia en el sector primario. Tras su interrupción por la pandemia, su 'padre', Cándido da Costa, lo ha retomado en Puerto Lápice

Cándido da Costa, coordinador del Ateneo Rural de Castilla-La Mancha - Foto: Rueda Villaverde

Hace una década, una decena de amigos, con una estrecha relación sentimental con el campo, decidieron organizar una comida donde debatir diversos temas sobre la actualidad de los agricultores, ganaderos, cooperativas y empresas del sector primario. Lo hicieron en Alameda de Cervera, pedanía de Alcázar de San Juan, y lo denominaron Ateneo Rural de Castilla-La Mancha. Tan enriquecedora resultó la experiencia que decidieron repetir, invitando cada uno a alguna persona representativa del sector. Aquello fue el germen de lo que llegó a convertirse en uno de los foros extraoficiales de más peso y más reconocidos del ámbito rural, por el que han pasado consejeros, alcaldes, empresarios, cooperativistas y periodistas especializados.

El alma de estos encuentros es Cándido da Costa (Albacete, 1956), un veterano periodista enamorado del sector rural y convencido de la necesidad de hacer un esfuerzo divulgativo para que el consumidor final no sea ajeno a la realidad del sector agroalimentario. Llegaron a compartir mesa y mantel hasta una treintena de comensales a la vez, pasando por estas interesantes tertulias unas 200 personas, pagando todos su cubierto a 'escote'. Tras su obligada interrupción por la pandemia, ha regresado en Puerto Lápice (Ciudad Real) bajo el sugerente epígrafe 'Sostenibilidad del sector primario'. 

¿Por qué decidió poner en marcha el Ateneo Rural?

Después de 20 años dirigiendo un programa de radio sobre el campo, me quedó la asignatura pendiente de la falta de popularidad del sector primario. El mundo rural sí dispone de elementos de información muy especializada, interna, pero creo que los periodistas o los medios no contemplamos el mundo rural con la envergadura que tiene. Hay medios profesionales, dirigidos a un público especializado, pero no terminan de dar el salto a la sociedad. Esto es ilógico porque de lo que estamos hablando es de comida, pero el público no tiene información sobre los productos agroalimentarios. Cuando vamos a comprar comida no sabemos elegir. Cuando compramos melones en invierno ignoramos que éstos vienen de Brasil o de Senegal, y estamos hablando de que somos el principal productor del mundo del melón piel de sapo. Y la sociedad no lo sabe porque no le importa, y no le importa porque nadie se preocupa de enseñarle o de divulgar lo que hay. El público, el consumidor, sabe más de fútbol que de comer, cuando el 90% no juega a fútbol ni come del fútbol.

¿Quién tiene la culpa de esto?

Somos responsables todos. El medio de comunicación le dedicaría más tiempo si los ingresos publicitarios compensaran, pero no hay cooperativas ni cadenas de distribución de alimentos ni empresas en general que quieran anunciarse en un programa agrario. Y cuando se hace un programa, el periodista debe olvidarse de que está hablando para el ganadero o para el agricultor, si no que está hablando para el consumidor. El ejemplo es el aceite de oliva, que hace unos años se consumía mucho menos que ahora y pocos sabían lo que era el aceite de oliva virgen extra, pero los medios de comunicación lo popularizaron. Hoy, cuando hablas de la PAC, casi nadie sabe lo que es o lo que influye en el precio final del producto, o cuando hablamos de las aguas subterráneas, del regadío... Es necesaria una divulgación para que tengamos una cultura de los alimentos. Ahora mismo están muy de moda los nutricionistas, pero seguimos sin saber nada de los alimentos en general. 

¿Es sostenible el sector primario con el panorama actual?

Creo que hay un riesgo muy importante de que no sea sostenible. Se han tomado medidas, como la figura de la cooperativa rural o el apoyo a la igualdad de oportunidades de la mujer, pero hay una asignatura pendiente, que es el relevo generacional. Estamos ya en la cuenta atrás porque en unos diez años muchos agricultores se van a jubilar y sus hijos no se van a hacer cargo de la explotación, y si cierran las explotaciones muchos jóvenes que viven en el pueblo y no son propietarios tampoco tendrán futuro. En el momento en que la agricultura se vaya, desaparecerán los pueblos. Es muy preocupante porque estamos ya en el tiempo de descuento.

¿Qué solución tiene esto?

Que los hijos puedan ver en la agricultura un negocio apetecible, que se puede vivir de él y que puede crecer. Es necesario que la modernidad tecnológica también llegue al sector primario, y en la actualidad se pone en duda si el agricultor puede seguir subsistiendo con las ayudas que tiene. 

¿Y si sigue sin llover?

Pues esto es imposible. Se habla de pozos ilegales y, efectivamente, tienen que regularse, pero sin olvidar que muchos agricultores tenían una tierra muy rica con agua que se les quitó con la construcción de pantanos. Se necesita más agua para la agricultura y también para la población, pero no olvidemos que los agricultores la necesitan para producir alimento, que son también para la población. 

¿A quién le gustaría tener en el Ateneo Rural en próximas ediciones?

A Manuel Pimentel. Creo que es un hombre que, además de entender la problemática del sector, sabe explicarla a la sociedad consumidora, y también entiende lo que está pasando con la falta de entendimiento del urbanita sobre lo que hace el agricultor, que son dos colectivos que están condenados a ir juntos, porque uno es el eslabón primero de la cadena y el otro es el último.