El estigma, otra secuela cronificada

Á. de la Paz
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Uno de cada tres infectados por VIH tiene más de 50 años. La enfermedad se diagnostica en más del 90% de los casos, pero la culpa se expande. «Hemos heredado el miedo a ser rechazados»

El Palacio de Congresos acoge la vigesimoprimera edición del Congreso Nacional sobre el Sida. - Foto: Yolanda Lancha

El perfil del portador ha cambiado. Cuando se descubrió la enfermedad, apenas uno de cada diez pacientes en España tenían más de 50 años; hoy, uno de cada tres contagiados sobrepasan el medio siglo de vida. El sida dejó de ser mortal y se convirtió en una dolencia cronificada. «Son personas que no constituyen un riesgo para nadie, quienes toman tratamiento no suponen un peligro», apunta José Antonio Pérez, presidente saliente de Siseida. El estigma, sin embargo, pervive. Los infectados con VIH tienen que «soportar una mochila de culpa que no soportan otros; por ejemplo, nadie juzga a un fumador por tener un cáncer de pulmón», insiste.

La letalidad que amenazaba a los contagiados durante los últimos años de la década de los ochenta y en los primeros noventa ha desaparecido. El sida es ahora una enfermedad cronificada, con una esperanza de vida similar a la del conjunto de la población y una calidad de vida creciente, con la posibilidad de tener una familia y regresar al mercado laboral.

Castilla-La Mancha «es una región de baja frecuencia» de contagios, explica Julia del Amo, directora del Plan Nacional sobre el Sida. En 2022, se diagnosticaron 31 casos en la comunidad; en 2008, fueron 107 los positivos. La «tendencia descendente» coincide con una presencia también reducida para otras enfermedades de transmisión sexual, como la clamidia, la gonorrea o la sífilis. Los datos de la región son más favorables que los de la media nacional, con apenas el 1% de los casos.

La infección por VIH es una enfermedad crónica «que se controla con tratamiento», remarca Pérez. Aunque las personas tratadas no contagian, los protocolos sanitarios les «ponen en último lugar en las listas de espera quirúrgica», relata Óliver Marcos, responsable de Cesida y activista.

Estar infectado por VIH «nos sitúa en una situación de mayor vulnerabilidad en el ámbito de la salud mental», incide Marcos. «Disfrutamos de una vida muy plena, más si nos comparamos con anteriores etapas. Pero el estigma ha sido internalizado, hemos heredado ese miedo a ser rechazados».

Normalizar su vida es el último reto social del colectivo, una meta que en el plano sanitario apunta hacia la cura definitiva o diferentes avances que posibiliten mejores condiciones. La extensión de los medicamentos de profilaxis prexposición, para personas sin VIH pero expuestas al virus, también contribuyen al control de la difusión vírica. En 2020, el 92,5% de los españoles contagiados estaban diagnosticados; el 96,6% de los diagnosticados recibían tratamiento y el 90,6% de los tratados tenían una carga viral indetectable.