El periodista Paul Walkins -Manuel Valls- acude a la prisión de La Frontera, en Los Ángeles, para entrevistar a Susan Atkins -María José Goyanes- quien, tras catorce tentativas de lograr la libertad condicional, trata de convencer una vez más al tribunal para que se la concedan ante el padecimiento de un cáncer terminal. Su condena a cadena perpetua fue por el asesinato de siete personas, entre ellas la estrella de cine Sharon Tate (mujer de Roman Polanski), y por formar parte de la banda criminal de Charles Manson conocida como ‘La Familia’.
La historia «real y cruenta» de «aquella niña inconsciente y drogada que llegó a introducirse en una secta terrorífica» es el sustento de un texto teatral -firmado por Chema Cardeña- que el viernes 28 y sábado 29 (a las 20,00 horas) se sube a las tablas del Rojas. Y lo hacen, sus personajes, en la interpretación de María José Goyanes, Marisa Lahoz (Rose Mary, la funcionaria de prisiones) y Manuel Valls de la piel de tres personas que enfrentan contradicciones, debates y empatías.
Todas para situar al espectador frente a un proceso en el que delimitar «qué es Justicia y hasta qué punto no debería perder nunca de vista que una condena es una rehabilitación y no un castigo». Esta máxima, «dura de asumir» y de mantener en escena -apreció Goyanes- es la guía de un «viaje a los infiernos» que insta «al debate».
Y es que, aseveró Cardeña, me gusta pensar que «aportamos un granito de arena a la sociedad» desde un teatro que «es cultura, no es ocio».
En este mismo sentido, las actrices María José Goyanes y Marisa Lahoz recorrieron algunos momentos de un «complejo y duro proceso de ensayos» de una obra que «nos ha cambiado a todos» y que, sobre todo, ha variado «la forma, a veces frívola y rápida, de referirnos a estas situaciones» vinculadas, por ejemplo, «a las peticiones que realizan los terroristas».
No en vano, Goyanes aludió a que «es posible entender las dos posturas» sin, por ello, «sentir un rechazo absoluto por una de ellas». Porque eso es, afirmó, «lo apasionante y lo insólito del teatro», que «no siempre estás de acuerdo con tu personaje» pero «empatizas y llegas a quererlo, a defenderlo».
Sobre el «magnífico trabajo actoral» desarrollado en una obra que «no es fácil», quiso el autor destacar el «buen clima» logrado durante el proceso de ensayo -localizado en el municipio de Bargas- y el compromiso de la pieza «con la sociedad y la realidad». Asuntos «importantes» en teatro y que en ‘Susan y el diablo’ se exhiben para el debate. Propósito que funciona porque, citó Goyanes, «los espectadores salen discutiendo y no, como suele pasar, preguntándose por dónde han aparcado el coche».