De la herencia árabe a la mujer silenciada

Galán
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La Biblioteca regional acogió ayer un repaso a los orígenes de la literatura toledana. El historiador Felipe Vidales encumbró factores que han pasado desapercibidos siglos después

Felipe Vidales, impartiendo la conferencia en la Biblioteca regional.

La historia da para mucho, pero si no se entiende el pasado no se podrá afrontar el presente. Con un mensaje similar, el historiador Felipe Vidales ofreció ayer un recorrido por la literatura toledana. Teniendo la oportunidad de encumbrar a grandes literatos, éste decidió apostar -en la conferencia denominada '1.000 años de literatura en Toledo'- por dar a conocer los orígenes de los primeros autores toledanos y que, curiosamente, han pasado desapercibidos a lo largo de la historia.

Felipe Vidales resume el recorrido de diez siglos en una premisa, que «seguimos sin hacer las paces con nuestro pasado». Con ello se refería a que el inicio de la literatura en Toledo es muy confuso, por no decir tardío, según el relato que ha brindado la historia. Sin embargo, el ponente en la conferencia narró los capítulos que han surgido a lo largo de la historia en la ciudad, relacionados con escritos literarios que «no hemos terminado de acoger como nuestros», señaló.

Vidales se remonta al siglo VIII para documentar la primera leyenda toledana. La que hace referencia a Hércules y a la Casa de los Candados. Sin embargo, cree que el origen está en Al-Andalus y en sus 'moaxajas' o 'jaryas' árabes como la semilla de lo que luego fue la poesía castellana. De hecho, contextualizó estos escritos «con algo que ocurre en nuestros días, en las canciones de Rosalía», que no es otra cosa que la combinación de idiomas en sus estrofas. Una composición que tiene su ejemplo también en el siglo XII con el romance andalusí que comparten árabes y judíos en la ciudad, según el historiador.

Mostrando unos y otros ejemplos de lo citado, Felipe Vidales asegura que los primeros poetas toledanos se datan del siglo IX y lo verifica planteando que «Toledo es la única ciudad que aparece en 'Las mil y una noches' con 'La jornada del Foso' como origen del concepto de 'noche toledana'».

Todo el conocimiento que empieza a aglutinar Toledo como resultado del flujo de culturas la convierte en «una potencia cosmopolita y científica» que en el siglo XIV genera habladurías por Europa que rechazan visitar Toledo, especialmente porque se vincula el tono «místico o mágico» de la ciudad, fundamentado también en los numerosos subterráneos de su urbe, con lo esotérico o maligno. «¡A Toledo a los diablos!», apunta Vidales que se decía en la época.

Un siglo más tarde, Vidales narró como estalla la revolución de la imprenta, teniendo vital importancia la de Toledo porque la ciudad albergaba la Corte -lo que atraía multitud de escritos, no sólo nacionales, como fue el caso de Baltasar de Castiglione- y que transformó a la ciudad en un altavoz, en especial también para los conquistadores que enviaban a la imprenta toledana sus primeros hallazgos en América.

Por último, si Vidales apostó en la conferencia por destacar lo que pasa desapercibido en los libros de historia, en vez de hablar de los grandes literatos modernos, no se podía obviar la figura femenina en la literatura toledana. «¿Acaso no escribían mujeres?», preguntaba Vidales en la sala. Sólo las que tenían formación, es decir, mayoritariamente las afincadas en las órdenes conventuales y que según explicó el ponente «muchas intentaron poner patas arriba la Iglesia desde dentro para tener más protagonismo». Además, Vidales reveló que aún aguardan su momento en las bibliotecas o archivos históricos innumerables documentos escritos por mujeres que esperan ser editados», poniendo de ejemplo el Claustro Mayor de San Juan de los Reyes.

En definitiva, un recorrido por la literatura que se ha dejado mucho actor protagonista fuera de la primera línea, pero que su labor -fuera cual fuera su religión- dejó una clara herencia cultural al toledano. Según Vidales, «sólo nos falta reconciliarnos con nuestro pasado para poder verlo con claridad».