Carolina Sánchez

Macguffin

Carolina Sánchez


Napoleón y otras historias

28/11/2023

Viernes por la noche. Hago cola para ver el Napoleón de Ridley Scott, el estreno más esperado de la semana – y, si me apuras, del año, con permiso del Oppenheimer de Christopher Nolan-. Los biopic están de moda y -lo reconozco- me encantan.
Las luces se apagan y me preparo para el espectáculo. Scott no es mi director favorito, pero algunas de sus películas, como Blade Runner, están entre mis favoritas desde siempre. Dos horas y pico después -que me parecieron cuatro en algunos momentos- acaba una película en mi opinión totalmente prescindible y que no aporta nada, más allá del virtuosismo del director a la hora de grabar batallas (impresionante su versión de Austerlitz). Pero no se asuste el lector, no voy a hacer una crítica de la cinta -no es mi campo-, ni tampoco tengo la intención de elaborar una lista con las licencias históricas que se han tomado para condensar en lenguaje cinematográfico 30 años de intensa historia europea. Tomando prestado un titular que he leído del propio Scott durante la presentación de Napoleón en España: «Si haces una clase de historia en lugar de una película nadie irá a verla al cine».
Me quedo con el sopor que me provocó. Y lo sumo a la indiferencia que me han generado las últimas películas de Woody Allen y al aburrimiento ante la insistencia de Almodóvar de convertir su filmografía más reciente en una serie de películas de 'aprender español para extranjeros'. La Raimunda de Volver nunca nos habría explicado cómo hacer una tortilla de patatas.
 Leo también que en Francia se están tomando como una afrenta nacional esta película, hasta el punto de que alguna proyección ha terminado con vivas al emperador. Vuelvo a hacer uso de un titular del director, esta vez de una entrevista en la BBC:  «Los franceses no se gustan ni a sí mismos». Desde luego, no es una buena forma de hacer amigos. Y si esto de va tópicos, al chovinismo francés se le podría añadir la prepotencia inglesa, nacionalidad de Scott, de la que haría gala el final de la cinta. Cuando una película necesita añadir una moraleja final, mal vamos. (Con 'Sound of Freedom' ya hemos tenido bastante este año).
Quizá no hacía falta ver naves en llamas más allá de Orión, pero sí echo de menos un poco de fondo a la hora de tratar a un personaje como Napoleón, héroe para algunos, villano para otros y un personaje con muchas aristas para otros tantos más. El señor bobalicón que encarna Joaquin Phoenix no es el Napoleón que traicionó la revolución y que, a la vez, llevó sus ideales a media Europa. Hasta su muerte es una mala caricatura. Ya puestos, podrían haberle dejado terminar sus días mirando el mapa de Europa y diciendo algo así como «todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir». Tampoco tiene rigor histórico, pero habría quedado mejor, ¿no creen?
Espero con impaciencia la última de Scorsese. La esperanza es lo último que se pierde, dicen.
Leo que Ridley Scott que está preparando Gladiator II. Rezo a todos los dioses del panteón romano para que esto no sea cierto. Se verá.