Ignacio Ruiz

Cabalito

Ignacio Ruiz


Puro limbo

18/07/2020

Corría el año 2004 cuando el Papa, ahora San Juan Pablo II, ordenó a Joseph Ratzinger que crease una comisión vaticana sobre la existencia del Limbo.
En el año 2005, ya investido como Benedicto XVI, el Papa Ratzinger cerraba las puertas del limbo, como demostración teológica de la misericordia de Dios hacia los justos que morían sin ser bautizados.
Henos aquí en plena pandemia y el limbo ha recrecido en la rama rancia del gobierno, no por laica es rancia, es rancia por sectaria.
El sectarismo instalado en ‘gilitos’ llegó con los podemitas, pero éstos desaparecieron en Castilla-La Mancha y el sectarismo y la mala baba se quedó instalada en el olvidadizo gobierno regional.
En el limbo quedan todos aquellos asuntos que son de verdadero interés para los ciudadanos que sobrevivimos a la despoblación de la región.
En el limbo quedan las autovías, la modernización del tren y la competitividad digital. En el limbo, durmiendo el sueño de los justos, están los cientos de vías de nuestras zonas rurales. Véase las denuncias públicas de Torrecilla de la Jara, o recorran el tramo entre Calera y Chozas y Alcolea de Tajo, se está deshaciendo como un azucarillo, o arriésguense a un adelantamiento en la supertransitada carretera de Escalona y no se desdoblan los carriles, y así con otros tantos pueblos que tratan de parchear por sus propios medios las carreteras, antes de quedar aislados y en el olvido.
En el limbo tenemos en Toledo el Hospitalito del Rey, ahora destartalado para amueblar de emergencia pabellones en tiempos de pandemia. En el limbo el plan de apertura, en el limbo la esperanza de contar con un centro especializado, de nuevo, en el barrio más envejecido de la ciudad.
En el limbo está ese magno edificio al que llaman hospital para Toledo, pero no lo es. Más bien es una mazmorra nauseabunda en la que se purgan las culpas de todos aquellos que han mecido la cuna del desgobierno regional. Va camino de 6 años, se dice pronto, y dicen que no se abrirá este año tampoco. Quién purgará la culpa de este limbo interminable que el ser humano no entiende. Quede su conciencia en ese limbo que, como aprobó el Papa Benedicto XVI, quedará en manos de la Misericordia de Dios.