Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


Una horita menos

24/10/2023

El próximo fin de semana debería ser declarado el más triste del año. En la madrugada del cercano sábado -y otra vez sin saber muy bien por qué-, habrá que retrasar el reloj una hora (ya saben, cuando sean las tres serán las dos). En teoría se dormirá algo más ese día -es cierto-, y eso siempre es de agradecer. Lo que no lo será tanto, al menos para los que disfrutan con la luz, ver como ese día la noche cae una guillotina. Rápida y sin remordimientos.
A partir del domingo amanecerá y anochecerá más pronto. Y así hasta primavera, como dictan las manillas del reloj. La pregunta, por lo tanto, sería la siguiente: ¿dónde está esa hora de luz que nos quitan por las tarde?. De ahí, surgen otras cuestiones que tampoco son baladí: ¿quién se queda con esa luz, y qué hace con ella? Hay quien contestará que se gana por la mañana, sin tener en cuenta que eso depende de la hora a la que se levante cada uno de la piltra. Pues vale….
Según algunos informes -al parecer serios-, el ahorro por hogar es de seis euros al año por quedarnos una hora sin luz durante varios meses. Ese mismo cálculo dice que si multiplicamos los seis euros por los veinticuatro millones de hogares que hay en España, el ahorro energético anual sería de 144 millones. Fácil sería, también, plantear la siguiente pregunta. ¿Dónde va ese dinero si, como se comprueba cada mes, el recibo energético no para de subir?. Ahí queda la pregunta.
Más allá de los números, lo importante de la cuestión sería plantear qué hacer sin una hora menos de luz durante tantos meses. Ocurrencias hay muchas y la imaginación y experiencia de usted, querido lector, desbordaría cualquier respuesta pertinente. Desde quedarse en casa viendo la Champions, una serie de Netflix, o cumplir como la familia Telerín -diaria y marcialmente- en el intermedio del cine de las sábanas blancas.
Tenga en cuenta, eso sí, que una horita menos de luz tiene su cruz. Salvo que usted se ponga la capa de superhéroe y presuma de ello las 24/7 (como dicen ahora los jóvenes), lo normal es que el personal de a pie sufra más de fatiga y cansancio general, somnolencia a tutiplén, mal genio, falta de concentración y disminución del rendimiento físico e intelectual (especialmente los sábados y sin entrar a especificar). También se puede sentir hambre a horas intempestivas o, todo lo contrario, falta de apetito o ganas irremediables de reposar tras la comida. O sea, un regalito que tampoco se incluye en el presunto ahorro energético que nos venden.
Retrasar el reloj no es retrasar la vida, porque en primavera habrá que adelantarla, que tampoco es adelantar la existencia. Así, hasta que el capricho de los que tienen el privilegio de mover nuestros relojes se agote.
Otros vendrán con otros relojes.