Cuando escribo este texto acaba de fallecer Mariano Castillo Alcalá, quien fuera alcalde de Villacañas por el PSOE desde 1983 a 1987. Después sería diputado regional. Mariano Castillo, como Ángel de la Vega Cazorla, alcalde de Cabañas de Yepes, también fallecido en estos días, pertenecen a las generaciones que, desde posiciones comprometidas con la sociedad y la historia, labraron el paso de la dictadura a la democracia desde la base del poder democrático que se inicia en los Ayuntamientos. Fueron ellos quienes cambiaron la fisonomía de unos pueblos abandonados y quienes practicaron la democracia directa en contacto continuo con los vecinos. Los Ayuntamientos democráticos iban a transformar los páramos de la dictadura en lugares de derechos y ciudadanía. Ellos afianzaron ese proyecto ilusionante.
No puedo evitar recordar que Mariano Castillo se despidió el pasado día 12 de octubre desde el hospital. Sabía que la enfermedad no pintaba bien. Por eso mandó un último mensaje de autoafirmación que decía, entre otras cosas, «lo malo de todo esto es que yo sigo en el hospital….mi salud me da que aguanta poco. Mariano Castillo Alcalá: Por si acaso adiós compañeros». Imposible no evocar, entre lagrimas sordas y recuerdos luminosos, la contundencia de sus propuestas y de sus razonamientos. Eso y un carácter componedor, con retranca manchega, fue lo que le llevó al Ayuntamiento y también lo desalojó de allí. Le tocó vivir y protagonizar los años rudos no solo de una democracia incipiente, sino también de las luchas internas en el PSOE por parte de quienes monopolizaron la dirección de la provincia de Toledo. No fueron tiempos fáciles, pero él siempre supo donde estaba y no se movió lo más mínimo. Entendía, como entendieron otros, que la razón no está necesariamente con el poder, sino con quienes, como él, consideraban el ejercicio del poder una aportación a la mejora colectiva y no un proyecto personal.
Mantuve con él una especial relación. Entendiendo por relación especial, cariño personal, afecto y amistad. Leía mis artículos, publicados en La Tribuna, para criticarlos. Apuntaba acuerdos y desacuerdos y me estimulaba para continuar escribiendo. Sus críticas y consejos matizaban algunas reflexiones mías no siempre acertadas. Gracias por tu vida, Mariano Castillo Alcalá. Fue un orgullo compartir experiencias y disidencias. Adiós compañero.