Negra y blanco sobre el escaño azul, Ione Belarra e Irene Montero me recordaron de forma inmediata a las Baccara, aquel dúo español que cantaba en inglés durante los setenta y parte de los ochenta. Las dejaron solas ante el peligro pero ellas, como las Baccara, dijeron aquello de I can boggie; es decir, yo puedo bailar, con esto y lo que me echen. Es lo que tiene ser nombradas por el Macho Alfa, que todo lo cuida, todo protege y todo ampara. Todo lo que le interese, claro. Pero estaban monísimas, ambas Pasionarias de triste rostro, ante la que se avecinaba en el Congreso. Como el cornudo es el último que se entera, así quedó el sector Podemos con la infidelidad del PSOE, que se fue a echar una canita al aire con el PP y la derechona. Si es que al final, el Tito Berni termina saliendo por todos lados.
Pedro Sánchez se ausentó, no por cobardía, sino por grandeza. Las dimensiones de este hombre comienzan a ser hercúleas y es normal que no sepa cómo pasará a la Historia, porque igual no cabe ni entra. Sánchez empieza ya a girar hacia el halo, el mito y lo telúrico. Se ha convertido en el Ausente de la legislatura como José Antonio lo hizo en la dictadura. Todos lo evocamos, todos lo nombramos, pero no sabemos dónde anda. Quizá con Van der Layen arreglando los papeles del nuevo matrimonio Arnolfini en Europa. Peor es el caso de Yolandiña, que de tanto ser la brujita buena de los comunistas, trabajadores y parias de la tierra se ha vuelto meiga de verdad, de las de escoba en mano, lunar en las tochas y mirada tosca. Le han aparecido como por ensalmo o encantamiento medio millón de parados sin saber por dónde y los ha escondido bajo la alfombra de los fijos discontinuos. En el fondo, la propaganda comunista no ha cambiado con los años. A Trostky lo borraron de la foto porque no interesaba, de igual forma que los torpecitos fijos discontinuos que no encuentran trabajo y emborronan la estadística progresista, también. Así se arreglan los problemas cuando lo que pensamos topa con la verdad. Se oculta y ya está. Seguiremos pensando lo mismo hasta que la ideología no sirva ya para comer, un minuto antes del momento en que la realidad se derruya.
Pero volvamos a las Baccara, que son fabulosas. A mí me gustaban muchísimo, porque la formación musical viene de mis hermanas, que eran unas setenteras de tomo y lomo. Luego variaron a la Movida y esas cosas, pero aquella década, la de los setenta, es la de oro en la historia de la música. Las Baccara salían en el programa de Íñigo, que supongo será lo que terminará pasando con estas dos en La Tuerka o como se llame ahora lo que haga Pablo Iglesias, que se ha cortado la coleta, pero no la barba ni el bigote. Hemos descubierto con el tiempo que el feminismo era un baile que tocaba cuando correspondía y lo hemos manoseado tanto que ya nadie se reconoce. Si hace tres años nos iba la vida -literal- en las manifas del 8M, este ya la cosa es distinta, porque ahora nos va el ruido, la megafonía, la pancarta y, sobre todo, la división. Nos tiramos los lemas a la cara en forma de manada, pero los violadores salen a la calle. El PSOE ha hecho lo que debía, aunque ha sido cobarde la parte del Gobierno que no fue al Parlamento para no asumir su estropicio de legislatura. Un pacto de manos atadas donde se puede romper el spoty o tocadiscos sin que pase nada. Las Baccara cantan y lo seguirán haciendo a la sombra del Ausente. Falta saber cuántos de los de abajo que se presentan el 28 de mayo, terminan de pagafantas en el trastero del fiestón.