Más cargadores, por Caridad

J.S.
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Un sentimiento encontrado se apoderó del público que esperaba la salida del Cristo de la Misericordia. En esta ocasión, lo hizo solo, sin la compañía de la Virgen de la Caridad no le acompañó por falta de cargadores.

19.30 horas. Iglesia de Santa Leocadia. Un sentimiento encontrado se apoderó del público que esperaba la salida del Cristo de la Misericordia. En esta ocasión, lo hizo solo, sin la compañía de su Madre. Este año la Virgen de la Caridad no le acompañó por falta de cargadores, aunque sí procesionó su estandarte para dejar claro que volverá. Un puñal como el que luce esta dolorosa cada vez que atraviesa el doble arco de herradura y polilobulado de su sede canónica. La procesión del Santo Entierro perdió un paso, pero no la esperanza de que al año que viene la talla de esta Virgen de estilo andaluz vuelva a salvar los quince escalones de la plaza de Padilla, sin duda, uno de los momentos más espectaculares de la Semana Santa de Toledo, declarada de Interés Turístico Internacional y que este año está batiendo récord de asistencia.

Pese a los contratiempos, el Cristo de la Misericordia, una talla de madera policromada, no defraudó. Verle salir de Santa Leocadia es contener la respiración debido a dificultad que entraña para sus 20 cargadores, que además de salvar la estrechez de la puerta tuvieron que enfrentarse a sus nueve escalones y a los pivotes de granito que protegen su portada mudéjar. La tensión solo aflojó cuando la Unión Musical  Benquerencia interpretó el himno de España y los cientos de personas que se agolpan en la salida rompieron a aplaudir.

Pero las dificultades no hicieron nada más que empezar porque aún esperan las escaleras de acceso a la plaza de Padilla. Todo un desafío para los integrantes de esta cofradía que visten hábito, capuz y fajín rojo burdeos ribeteados en negro. «¡Al brazo!, ¡A la mano! Todos en silencio y mirando al suelo». Escuchar al capataz dar las instrucciones transmite la gravedad y el dramatismo del momento ya que la imagen apenas cabe por este tramo de la calle Garcilaso de la Vega, cuya última farola también es un escollo casi insalvable para este crucificado. Para salvar los escalones, los cargadores del Cristo tuvieron apretar los dientes y tirar de arrestos para salvar el desnivel que les separa de la plaza, aún a costa de dejar los nudillos entre los escalones y los varales de las andas. Los aplausos volvieron, aún si cabe con más fuerza. Pero no todo en esta procesión fue esfuerzo y sacrificio. También hubo momentos para la emoción como cuando el Cristo de la Misericordia se encuentra con las monjas de clausura del convento de Santo Domingo el Antiguo que se acercan al vano de la puerta para contemplar una talla de la que durante el resto del año están separadas por una pared. En esta ocasión, el capataz del paso entrgó uno de los claveles que adornaban las andas a una de las monjas de clausura del convento.

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El Cristo de la Misericordia salió esta vez sin la compañía de la Virgen de la Caridad por falta de costaleros.
El Cristo de la Misericordia salió esta vez sin la compañía de la Virgen de la Caridad por falta de costaleros. - Foto: Dominguín
El capataz del Cristo de la Misericordia entrega un clavel del paso a una de las monjas de clausura del Santo Domingo el Antiguo.
El capataz del Cristo de la Misericordia entrega un clavel del paso a una de las monjas de clausura del Santo Domingo el Antiguo. - Foto: Ángeles G. Visdómine (EFE)

Tras procesionar por Zocodover, la Cofradía volvió a la iglesia de Santa Leocadia. La llegada del Cristo a la iglesia fue agónica. Los gritos del capataz pidiendo a los cargadores que bajaran aún más el paso, especialmente a los de la derecha, hizo a los asistentes contener la respiración mientras sonaban los acordes del himno nacional. Al final ñ, llegaron los aplausos.