Editorial

Sánchez lleva su egolatría absolutista a los debates preelectorales

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Era predecible que un político con el expediente de Pedro Sánchez buscara el subterfugio para entintar las propuestas de debate en abierto que la oposición, y de forma muy particular el Partido Popular, le está lanzando de cara a la campaña del 23 de julio. El presidente en funciones ha tomado docenas de decisiones en primera persona que se han demostrado cuestionables salvo para cubrir su propia espalda. Lo ha hecho en bucle, de la misma forma que ha faltado a su palabra y ha traicionado su discurso cuantas veces ha sido necesario hacerlo (no pactaré con Bildu, no dormiría tranquilo con Podemos en el Gobierno...) para, a su juicio o el de su cámara de afines, cada día más exigua, buscar ventaja propia.

La penúltima maniobra del presidente en funciones ha sido retar al jefe de la oposición, expatriado del Parlamento, a una serie de debates cara a cara que, de cuando en cuando, se verían aderezados con la presencia de los representantes de Sumar y Vox. El intento por subvertir las normas históricamente aceptadas para los debates preelectorales (uno o dos cara a cara entre los presidenciables y un par de debates con todas las fuerzas políticas con una representación notable o decisiva) encontró ayer respuesta en tiempo real. Una reacción que, analizada en toda su extensión, viene a ser un compendio de lo que todas las fuerzas políticas que han convivido con Sánchez están diciendo en las últimas semanas. Así, el PP ve «excéntrico» que Sánchez quiera convertir un debate entre potenciales presidentes en una suerte de culebrón venezolano de ida y vuelta. Yolanda Díaz, jefa suprema de Sumar que finiquita a cámara lenta los restos del Podemos de Iglesias y sus acólitos, lo considera machista (España es mucho más que dos hombres debatiendo, ha dicho). Se suman estas críticas a las de Partidos que, como el PNV, ha reconocido que Sánchez ha usado sus escaños como un pañuelo de papel de usar y tirar. Incluso cabría invocar al siniestro Arnaldo Otegui, que cree que el PSOE de Ferraz toma por «tontos» a los ciudadanos cuando intenta hacer creer que no se entiende con ellos. No hay una sola fuerza política, haya estado opositando o haciendo las palmas a Sánchez desde que llegó al Gobierno, que no haya censurado sus formas ventajistas y tácticas. Carentes, en definitiva, de cualquier atisbo de ética política.

El nuevo sistema pretendido por el candidato socialista, que ha urgido la convocatoria electoral en una huida hacia adelante en la que pone en riesgo la estabilidad de su partido, es la egolatría absolutista. Su problema es que nadie le compra el discurso y no puede hacer del decreto la vía para materializar sus impulsos. Su problema, ahora, son las urnas.