Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


La Gran Carrera

20/02/2024

En este febrerillo loco, las grandes ciudades se han convertido en el circuito de la Fórmula Uno de los Yondir. Estos últimos días, los accesos a las polis de la piel de toro han sentido su rugido inconfundible. El peso de sus ruedas -y el bramido inimitable de sus motores-, son la principal conversación en tabernas y bares. Los auténticos locales de soberanía dialéctica, y las verdaderas ágoras del debate más próximo. Allí, entre vinos, tapas y manteles, se han elevado a categoría de hashtag los problemas de quienes nos dan de comer. De pronto, en los gastrobares capitalinos más sofisticados, se habla de agricultura. 
Al volante de las reivindicaciones agrarias,  una escudería de pilotos recios y curtidos llegados desde todos los circuitos de España. Manos agrietadas y encalladas por el trabajo diario, y experimentadas en los rallyes rurales más duros y exigentes. Conductores concentrados en los paddocks de los arcenes. Ajenos al agua y al frío de estos días porque tienen el depósito lleno con su razón y esfuerzo diario. Todas las escuderías se han puesto de acuerdo para utilizar las mismas ruedas, sin distinciones sobre la necesidad de utilizar, o no, neumáticos de lluvia. Con la solidez de sus argumentos, es lo de menos. 
Esa carrera que han iniciado es vital, justa y necesaria. No solo para sus intereses. También para los que -y desde la inocente ignorancia-, se consideran simples espectadores y tertulianos de sobremesa. Ya no valen marcas ni escuderías. La carrera comenzó hace semanas en Bruselas y tiene como escenario los campos de Europa. También, por supuesto, los de España, porque nuestra nación cuenta con los mejores circuitos en sus distintas denominaciones de origen. 
Ahora, las reglas para correr por esos circuitos y sobrevivir en ellos, quizá ya no valgan y haya que redactar otras nuevas. Con menos papeles y safety cars, y más conocimiento real de los sembrados y parcelas donde cosechar. Para eso se corre estos días. No para brindar con champagne y hacer una fotografía subidos a un podio. Se corre -y así lo han dejado claro estos pilotos del campo-, por los derechos más esenciales. También, para vencer a la competencia más desleal e injusta.
La que toca estos días es una carrera llena de curvas y de baches. Lo importante es no caer en volantazos provocadores para no perder la razón. La serenidad y la firmeza al volante deben ser prioritarias mientras dure la batalla en el asfalto. Sobre todo, en la recta final. 
La bandera a cuadros de la victoria, debe engalanar las vitrinas de los experimentados y sufridos pilotos del campo. Esa bandera ha de ser de todos los que estos días corren por nuestras ciudades y pueblos. Su victoria será, en gran medida, también la nuestra. 
Solo vale una bandera, y es la del campo. Las demás solo sirven para etiquetar y estigmatizar en España. Y sin razón.

ARCHIVADO EN: España, Agricultura, Bruselas